El «desencanto» del presidente






El «desencanto» del presidente
«La historia hará justicia con Rafael Fernández». Esta frase fue pronunciada por un excompañero de partido el día en que Asturias lloraba la pérdida del primer presidente de la autonomía. Socialista de cuna, Rafael Fernández dejó su exilio mexicano y asumió la responsabilidad de guiar los destinos de una región que abandonaba las sombras tras la dictadura y ponía los cimientos de un renovado sistema democrático. No perdió detalle de ese recorrido vital su hijo Rafael Fernández Tomás. Ahora, cuando se cumplen cien años del nacimiento de su padre, recupera para la memoria colectiva algunas de las vivencias que permiten hoy poner negro sobre blanco algunos de los episodios políticos más importantes del siglo pasado en el Principado. Lo hace en las páginas del libro ‘Pura y Rafael; 125 años de moral pública’.
No fue un trayecto sencillo para Rafael Fernández. Felipe González le pidió que abandonase el exilio y retornase a su tierra. Veía en él a la persona ideal para llevar las riendas de un territorio que empezaba una nueva etapa dentro del marco autonómico. Después de 34 años en México, Fernández tuvo que buscar las energías, relata su hijo, para dirigir la Transición en Asturias, creando las estructuras políticas y económicas que debían sustituir al «anquilosado régimen franquista». Paralelamente, tenía el compromiso de reconstruir el PSOE en la región. «Navegaba en aguas pantanosas», explica. No aceptaban algunos, abunda Rafael Fernández Tomás, que su líder «viniese de fuera».
«No queremos que nos gobiernen mexicanos», leyeron en una pancarta en el cementerio de Luarca Rafael Fernández y Purificación Tomás. Aquello reflejaba, indica su hijo, el sentimiento de una parte de Asturias que «solo recibía bien a los indianos que volvían de las américas con fortuna».
El deterioro en las relaciones del presidente del Gobierno regional con su partido es cada vez más evidente. Purificación Tomás, en cambio, no tenía apenas enemigos. Su actitud conciliadora y el hecho de que no representaba un peligro para el poder la convirtieron en una figura muy respetada. Llegó a ser utilizada como «enlace» con su marido, precisa su hijo en el libro, «en los momentos de mayor tensión».
Propuesta al Rey
«Soy un viejo republicano que viene a visitarlo en nombre de todos los asturianos». Estas fueron las palabras que pronunció Rafael Fernández mientras estrechaba la mano del jefe del Estado y que consiguieron abrir «las puertas del entendimiento». Es en ese encuentro cuando el presidente asturiano le dice al Rey que ha llegado el momento de que su hijo Felipe sea oficialmente proclamado Príncipe de Asturias. Don Juan Carlos acepta de buen grado la propuesta, a la que siguió la creación de una fundación que entregase los premios Príncipe de Asturias.
Ese acercamiento con la monarquía agrietó las relaciones con un sector importante del socialismo asturiano, que se agravarían aún más poco después de exhibir plena sintonía con el arzobispo Gabino Díaz Merchán. «Soy el presidente de todos los asturianos», afirmó a pesar del disgusto que eso provocó en algunos militantes. Disgusto que se incrementó cuando Rafael Fernández decidió participar en los actos conmemorativos del Día de Asturias, en Covadonga. Pese a que no era católico, el presidente del Principado se arrodilló junto ante el prelado durante la ceremonia. Al conocerse la noticia, relata su hijo, hombres fuertes del partido en Asturias (cita en el libro los nombres de Vicente Álvarez Areces, Pedro de Silva, Antonio Trevín, Jesús Sanjurjo o José Ángel Fernández Villa) pusieron «el grito en el cielo» y aprovecharon ese acto institucional para «continuar debilitando» dentro del PSOE la figura de Rafael Fernández.
«Las buenas relaciones con todos los asturianos le hacían sentir el placer de saberse respetado por los ciudadanos, pero dentro de sí sentía el escozor de que en su partido se había gestado su final político desde su llegada», detalla Rafael Fernández Tomás.
Un ejemplo fue su relación con José Ángel Fernández Villa, la persona que él consideraba que poseía el control del partido, pero que «poco tenía que ver como líder sindical con Manuel Llaneza, González Peña o Amador Fernández».
La lucha por el poder y los cargos empezó a aparecer en el PSOE. Rafael Fernández sabía que para tener un buen Gobierno necesitaba consejeros capacitados, aunque no fueran de su partido. Esta decisión causó mucho recelo y precipitó los acontecimientos. A sus espaldas comenzaron los movimientos. La dirección optó por Pedro de Silva como candidato. Aquello fue para Rafael Fernández un «golpe». El problema no fue el fondo «sino la forma», ahonda su hijo en el libro. «Eso llenó de amargura hasta la muerte a un socialista honrado», escribe.
Aquellos días fueron la antesala de su salida con destino al Senado. Lo cierto es que Rafael Fernández aceptó este ofrecimiento más por cuestiones de índole económica y lealtad a las siglas que por satisfacción personal. Su verdadera aspiración, se recoge en la obra, era ser alcalde de Oviedo. Fue un sueño incumplido que creó en él una «sensación de vacío».
La antítesis era Purificación Tomás. Trabajaba de forma «sencilla y cordial» en el partido. Se incorporó «por méritos propios» al Ayuntamiento de Oviedo como concejala de Participación Ciudadana. Allí trabajo «feliz» durante siete años.
En 1990 falleció víctima de una embolia. Las horas posteriores a su muerte escenificaron la mala relación que Rafael Fernández mantenía con su partido. Dos amigos de la FSA le pidieron al ya expresidente que permitiese velar a su esposa en la sede de la Agrupación Socialista de Oviedo. Rafael Fernández incluso se indignó ante la petición. Impuso su voluntad y la capilla ardiente se instaló en el Consejo de Comunidades Asturianas. Por las mismas razones, rechazó los numerosos homenajes que le propusieron recibir en los últimos años de su vida.
‘Pura y Rafael: 125 años de moral pública’, se puede adquirir en la editorial Bubok, con la posibilidad de su descarga gratuita en la edición digital.
http://www.elcomercio.es/v/20130914/politica/desencanto-presidente-20130914.html










