«Las primeras Cortes de la República sí fueron constituyentes, pero no las de la Transición»

07/06/2010 por

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«Las primeras Cortes de la República sí fueron constituyentes, pero no las de la Transición»

«Me suelen decir: «Es usted el último ministro de la República»; no, hay otro: Carrillo, que fue ministro con Giral»

Macrino Suárez, en su domicilio de Oviedo, durante la conversación  con LA NUEVA ESPAÑA.

Macrino Suárez, en su domicilio de Oviedo, durante la conversación con LA NUEVA ESPAÑA. miki lópez

Nieto e hijo de comerciantes de Luarca, Macrino Suárez nace el 31 de mayo de 1936, y como hijo mayor estará llamado a hacerse cargo del negocio familiar. Con esa intención estudia Económicas en Madrid, en un tiempo en el que coge afición a la política, pero no por la influencia de los partidos clandestinos, sino por el progresivo conocimiento de la realidad española y la labor de catedráticos como José Luis Sampedro o el asturiano Valentín Andrés Álvarez. Unas pegatinas suecas que se mofaban de Franco le llevarán a los calabozos de la Puerta del Sol y a Carabanchel, imputado por injurias al jefe del Estado. Acto seguido, huye a Francia.

Oviedo, J. MORÁN

Macrino Suárez (Luarca, 1936) relata en esta segunda entrega de sus «Memorias» su actividad en el Gobierno de la República en el exilio francés, del que fue ministro de Economía de 1970 a 1977.

l Una carta para Maldonado. «Huí a Francia en 1958, sin esperar al proceso, en el que me iban a pedir siete años de cárcel. Fue el cónsul de Suecia el que me ofreció irme a estudiar allí. En Carabanchel había conocido a Dionisio Ridruejo, que estaba detenido por unas declaraciones, y me había aconsejado cómo salir de España: «Si necesitas el visado, entregas la solicitud doblada y metes dentro mil pesetas». Y funcionó (el funcionario debía de ganar 200 pesetas por aquel entonces), de modo que no miraron si tenía asuntos pendientes. Mi familia reaccionó mal cuando se enteró de que me había ido. Luego lo aceptaron, pero es que si yo le decía a mi padre que me iba, era él el que avisaba a la Guardia Civil. Al subir al tren, un estudiante de Económicas, José Luis Valcárcel, me pide que le entregue en París una carta a José Maldonado, asturiano de Tineo. El tren llegó a París a las nueve de la mañana y el de Suecia salía a las doce de la noche. Le llevé la carta a Maldonado y me preguntó por qué me iba a Suecia. «Me ofrecieron estudiar allí» (me quedaban tres asignaturas de Económicas). Él me dijo: «Reflexiona, vas a un país que no tiene nada en común con nosotros y si te interesa la política vas a estar muy distanciado de España; en cambio, en Francia se han reconstituido todos partidos de siempre. Y el reconocimiento de Francia de que eres refugiado político te da derecha a una beca». Yo tenía 1.500 pesetas».

l Partido de síntesis. «Maldonado había sido ministro de Justicia en el exilio (1947-1951), y después volvería a serlo de Justicia e Información (1962-1969); y en 1970 sustituyó a Jiménez de Asúa como presidente de la República. Cuando yo le conozco, don José estaba entregado a crear un partido nuevo, con la tradición republicana de siempre, pero adaptado a la nueva sociedad española; por eso estaba interesado en los jóvenes y yo fui uno de los que convenció. Maldonado era realista: la sociedad española en 1958 tenía muy poco que ver con la que ellos dejaron, tanto por la pirámide de edades como por la estructura económica y social del país. Su idea era un partido de síntesis de laborismo y liberales, o de republicanismo y socialismo. Delante de mí habló de ello alguna vez con Llopis, pero éste lo veía muy difícil. Llopis y el PSOE del exilio eran reticentes con los jóvenes del interior».

l Gobierno sin Hacienda. «Aprendí francés y me convalidaron los estudios de España, así que comencé el doctorado y entré en el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia, en París, y allí he estado hasta la jubilación, en 2005. Había diversos laboratorios y estuve en uno de ellos, con la suerte de tener de director a uno de los grandes economistas franceses, François Perroux. Cuando Maldonado fue nombrado presidente de la República escogió a Fernando Valera como jefe de Gobierno. Su predecesor, Sánchez Albornoz, le sugirió que abriese el Gobierno a gente que no hubiera conocido la guerra, a las nuevas generaciones, que se entenderían mejor con el interior de España. Ahí entramos varios jóvenes. Tuve la cartera de Economía, porque la de Hacienda ya no existía. El Gobierno de la República no tenía Hacienda. Alguna vez me han dicho lo del «oro de Moscú» y yo he respondido: «¡Qué pena que no hubiéramos vivido del oro de Moscú!». Todos trabajábamos; éramos profesores o profesionales, y cuando me proponen la cartera les dije que tenía que pedir autorización en el CNRS porque tendría que ausentarme del trabajo, ya que había Consejo de Ministros una vez por semana. Hablé con Perroux y me dijo: «Para nosotros es un honor tener en el laboratorio a un ministro del Gobierno español en el exilio»».

l Legitimidad republicana. «El Gobierno en el exilio mantenía la legitimidad republicana frente a la de don Juan, el conde de Barcelona, que seguía con su legitimidad, entre comillas, en Estoril. El Gobierno de la República, desde el reconocimiento de Franco por Naciones Unidas, no tenía ese objetivo que tuvo al principio, cuando se hablaba del «Gobierno de la esperanza», que volvería a España. Nos manteníamos como la expresión de la soberanía del pueblo español, que se prolongaba mientras existiese Franco, pero no como decía la propaganda del interior en contra nuestra; nunca vi a Maldonado con la ambición de venir a España para ser presidente de la República. El Gobierno en el exilio era el depositario de la soberanía de los españoles a través de las Cortes que estaban en el exilio. Los diputados que aún vivían se reunían cuando había necesidad o votaban por correo. Se habían reunido al comienzo del exilio en México para reconstituir las Cortes y todas las instituciones republicanas. Para ello, México les cedió un palacete con extraterritorialidad y luego el Gobierno fue a París. El Gobierno tuvo el apoyo de todos los partidos, incluido el PC. A mí me suelen decir: «Es usted el último ministro de la República». No, hay otro: Santiago Carrillo, que fue ministro del segundo Gobierno de Giral. El Gobierno tenía el apoyo del PC, del PSOE, de vascos y catalanes, pero cuando Llopis deja de ser jefe de Gobierno, cuando la ONU reconoce a Franco, los gobiernos son sólo republicanos. Es interesante, y está por escribir esa historia, que comunistas, socialistas, vascos y catalanes defendía la vía institucional, pero no participaban en el Gobierno. El PSOE, con Prieto y otros, andaba enrollado con don Juan, a ver si restauraban la monarquía; y los comunistas estaban con la reconciliación nacional. En cuanto a la pretendida soberanía de don Juan, otra cosa que no suele recordarse es que las primeras Cortes de la República rechazaron para siempre al rey Alfonso XIII y a sus descendientes, y el mismo Alfonso XIII, en el manifiesto de abandono de España, dice que no volverá hasta que el pueblo español se lo pida. Esas primeras Cortes de la República sí fueron constituyentes, pero no lo fueron las de la Transición. La monarquía, y al democracia, llegó a España otorgada por Franco».

l El «Contubernio». «En junio de 1962 se celebró la reunión de Múnich, el «Contubernio». El marco de acogida fue el IV Congreso del Movimiento Europeo. Yo estuve allí y creo que quedamos cuatro (Pepe Beneyto ha muerto hace poco). Del «Contubernio» presumieron los que habían ido del interior de España, pero siempre se ha ignorado a los del exilio. Se llegó a decir que en Múnich no había habido republicanos, pero sí los hubo. No estuvo Maldonado, que era presidente de Acción Republicana Democrática Española (ARDE) y le había dado un infarto en México. Pero fuimos Valera, o Javier Flores, vicepresidente de ARDE, o yo, que era secretario general. También acudió un abogado de Palencia, que vino en representación de ARDE del interior. Y del PSOE, de los catalanes o de los vascos, había muy pocos del interior, ibéricos. Al «Contubernio» le pasa como al Mayo del 68, que, si te fías de lo que dice cada cual, resulta que hubo allí más españoles, y sobre todo asturianos, que parisinos. Pero la iniciativa del «Contubernio» fue del exilio, y constituyó el mayor triunfo diplomático de la época, el mayor que tuvo el exilio después de la condena de San Francisco al franquismo. Del Movimiento Europeo formaban parte los republicanos desde su creación, cuando Churchill dijo en 1948 que había que crear los estados unidos de Europa. Lo que sucedía antes del «Contubernio» era que los alemanes, con sus grupos de presión demócrata cristianos, respondiendo a los intereses económicos, al igual que las multinacionales de Francia, querían que España entrase en el CEE porque era un mercado potencial. Pero se consiguió en el Movimiento Europeo una resolución que decía que ningún país candidato al Mercado Común podía ser miembro de pleno derecho si no disponía de instituciones políticas semejantes a las de los seis países miembros, es decir, elecciones libres, partidos o libertad de prensa.

Mañana, tercera y última entrega: Macrino Suárez

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