ATENTADOS, MEMORIA Y PERIODISMO

23/09/2013 por

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ATENTADOS, MEMORIA Y PERIODISMO

Ruben Norniella

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Estos días ha habido mucho jaleo. Mis compañeros del diario “El Comercio” me han llamado para que les de mi opinión, como miembro de la Federación Asturiana Memoria y Republica (FAMYR), sobre los últimos atentados contra monolitos relacionados con la Memoria en El Mazucu. La novedad es que, en esta ocasión, es noticia porque ha habido un atentado contra un monolito que homenajeaba a dos aviadores de la nazi Legión Condor que habían venido aquí a “luchar por la España nacional”. Y es noticia porque dicho monolito jamás había sufrido atentado alguno en 70 años de existencia.

También fue noticia en días pasados el atentado contra el monolito que se había colocado allí hace dos años a los luchadores antifascistas republicanos. Aunque en este caso, más que noticia es costumbre, ya que en El Mazucu se han colocado varios monolitos que homenajeaban a los republicanos que luchaban por la legalidad democrática y todos ellos han sufrido, uno tras otro, atentados, hasta el punto de que mis compañeros y yo bromeamos entre nosotros, tras el acto del pasado sábado, con un “hasta el próximo año, cuando vengamos a reponer el monolito”.

No es el único monolito a los luchadores antifascistas que sufre atentado en la Comarca. Podemos recordar el sufrido por el que se erigió en Pandiello (Cabrales) hace unos años. Estos atentados son una constante. Tanto, que casi sería más noticia que uno se conservara a que haya sufrido atentado alguno.

Sin embargo, ha sido el atentado sufrido por el que homenajea a los nazis el que ha levantado una mayor polvareda en las redes sociales. Y esto demuestra hasta qué punto la sociedad española está enferma y desnaturalizada. Demuestra hasta qué punto el modelo de Transición española no sirve y está completamente agotado.

Si alguien, en cualquier país de Europa, hace cualquier tipo de apología del régimen nazi sería inmediatamente perseguido por la Justicia y con una celeridad digna de encomio. En cualquier país, excepto en España. Aquí, desde luego, los políticos del PP no osan hacer declaraciones declarándose simpatizantes de los nazis, pero tienen menos escrupulos a la hora de defender el franquismo. Sin embargo, ni ellos ni el PSOE tienen el menor reparo –al menos nada han hecho para evitarlo- en mantener en El Mazucu un monolito a la sanguinaria “Legión Condor” nazi, la autora del bombardeo de Guernica y de otros muchos pueblos de España y de toda Europa. Sin embargo, en El Comercio les llamaban “víctimas de la Guerra Civil”. ¿Víctimas?

Esto es consecuencia de las perniciosas consecuencias que ha tenido en nuestro país la Transición Política y la renuncia a aplicar, posteriormente, los principio de “Verdad, Justicia y Reparación”, inherentes a cualquier país que haya sufrido el fascismo y después haya roto con él, como en el caso de la propia Alemania, Italia o el de países americanos como Chile o Argentina. La Transición pacífica puede ser factible e incluso recomendable en un primer momento, mientras de desmontan las estructuras fascistas. Pero el juicio a los genocidas fascistas, la investigación de los crímenes y la reparación de las víctimas es condición imprescindible para establecer unos pilares sólidos para una democracia en construcción.

 

Y ahí es donde entramos los periodistas y el periodismo. Yo fui uno de aquellos jovenzuelos que luchaba, en los primeros años de la Transición, por el establecimiento de un Régimen de Libertades, primero en la batalla política y después, ya como periodista, en la existencia de un contrapoder periodístico frente al bunker de la dictadura, fuertemente arraigado en las estructuras rurales de mi comarca.

A algunos de mis compañeros actuales –y también a muchos de los antiguos- les sorprende mi militancia en un movimiento memorialista. Según ellos, un periodista no debería militar en un movimiento político, por más apartidista que este sea. Yo siempre hago lo mismo; niego la mayor. Un periodista debe de ser siempre militante en la defensa de la Libertad (en mayúscula, por favor).

Desde el adoctrinamiento cultural del Imperio (Lease los Estados Unidos de América), nos repiten constantemente –no sin cierto engolamiento, por cierto- que los periodistas debemos ser objetivos. ¡Menuda majadería! Los periodistas no somos objetos, de modo que difícilmente podríamos ser objetivos. Si somos objetivos, pero de otro tipo, en las Guerras. De eso saben bastante los americanos y aquí tenemos unos cuantos casos (Couso, Anguita…)

Los periódicos no nacieron para contar cosas a las gentes, para entretenerlas… Los periódicos nacieron como contrapoder, nacieron para denunciar el abuso de los poderosos, nacieron para que la gente tuviera conocimiento de lo que ocurría y de esa forma poder organizarse y defenderse de los abusos del poder. Ese es el principio y el fin de los periódicos y del resto de los medios de comunicación nacidos posteriormente.

Y la sagrada misión del periodista es la de servir a esa defensa de los más débiles frente a los poderosos. El periodista, pues, no puede ni debe quedarse en la equidistancia entre el poder y el pueblo. Su misión es servir a este último y denunciar los abusos del primero. Ese ejercicio de contrapoder es el que garantiza la libertad del pueblo. La equidistancia es directamente una traición a los ideales con que nació el periodismo. No digamos nada ya de cuando el periodismo sirve directamente al poder.

A mi me tocó vivir unos años maravillosos en los primeros años 80. Y me tocó hacerlo en un lugar duro para ejercer el periodismo como es en una zona rural, en la que las estructuras caciquiles del franquismo estaban más claramente definidas con el poder económico y político. La información era uno de los poderes con los que contaba esa estructura. Poner la información a disposición de todos s través del periódico, denunciar las corruptelas, las mafias politíco-administrativas y económicas, propiciar el libre juego político era algo difícil de aceptar para aquellos últimos miembros del franquismo formal y también para los neofranquistas, para los camaleones del sistema.

Debo reconocer que me divertí lo mío haciéndolo, pero también que tuve que pagar un alto precio por ello. Y aún lo sigo pagando… No importa: era un riesgo asumido del que jamás me arrepentiré. En aquellos tiempos, un periodista se sentía respaldado por sus compañeros, por sus superiores e incluso por su empresa.

Después, Felipe González, traicionó a todos los demócratas. Y lo hizo a conciencia.  En primer lugar, porque no puso en marcha la segunda parte de la Transición: juzgar el franquismo, establecer la verdad con respecto a la dictadura y su represión y reparar a las víctimas. Fue incluso más allá: dejo la libertad de prensa en manos de las empresas, en lugar de las de los periodistas.

Las consecuencias eran previsibles: las grandes empresas y los grandes bancos entraron a saco en los medios, para controlarlos y de paso hacer un gran negocio de ello. Lo ocurrido desde entonces hasta ahora no necesita más comentarios. Los periodistas, que habían tenido una importancia capital en el cambio político, quedaban desactivados y en manos de las oligarquías.

El Regimen político declinó entonces hacía donde le interesaba a las oligarquías; hacia el pelotazo y el negocio fácil. Un Ministro socialista se jactaba de que España era el país de Europa en el que era más fácil hacerse rico. Mientras tanto, la estructura administrativo-política del franquismo se partía en dos, con una diferencia mínima entre ambos en la política económica, pero con un discurso tradicional en cuanto a lo político. Los dos sindicatos mayoritarios mutaban hacia lo que se llamaba entonces “sindicato de servicios”, un eufemismo para decir que, en realidad, abandonaban el concepto de “sindicato de clase”. Al final y con el desembarco de los viejos sindicalistas del sindicato vertical franquista, más bien parecía que ambos sindicatos formaban una escisión en dos del sindicalismo franquista.

Algunos denunciamos entonces las consecuencias que iba a traer aquella decisión de González: nadie nos hizo caso. Recordamos la famosa frase del General Franco en su testamento político: “atado y bien atado”. Y también recordamos, viendo la actuación de González –que ya nos había puesto sobre la pista con el tema del referéndum sobre la OTAN-, que este PSOE no era el histórico, sino el reconstituido, así como las buenas relaciones de González y los suyos con la socialdemocracia alemana y Billy Brand, así como el apoyo económico de estos.

También recordamos los rumores que hablaban de un pacto entre Kissinguer –el Premio Nobel de la Paz (¡?) que diseñó el golpe contra Allende en Chile- y Franco para conducir la sucesión del Régimen a la muerte del dictador. Iban confirmándose nuestras sospechas de que lo que se trataba era la de constituir en España una democracia formal pero no real. Nada nuevo –en Latinoamerica ya habían realizado numerosas experiencias similares-, excepto porque en esta ocasión se realizaba en el Viejo Continente.

Pero los periodistas pudimos hacer cosas durante la dictadura, buscando fórmulas ingeniosas para burlar a la censura. Hoy tenemos internet. Y seguimos teniendo la pluma como herramienta. La reivindicación de la memoria histórica –o la memoria democrática como les gusta decir a otros- es básica para la consecución del desmonte de este franquismo en el que aún seguimos viviendo. Para la conquista de la innegociable libertad que González nos arrebató a los periodistas y, como consecuencia de ello, al pueblo. Debemos echar a los poderes político, económico y financiero de los medios de comunicación si de verdad queremos tener una verdadera democracia, si de verdad queremos recuperar la libertad.

Y ese es un combate para periodistas. Y nada de pamplinas como la objetividad o la equidistancia, cuando lo que está en juego es la libertad y la existencia de un contrapoder que defienda a los débiles, al pueblo, frente a los otros poderes. Y mucho más aún ahora, cuando el poder económico y financiero quieren arrasar a todos los demás poderes, cuando el sistema capitalista está inmerso en una crisis sistémica, muy similar a la que se vivió tras el crack del 29 y que desembocó en la II Guerra Mundial.

Hoy –como durante los tiempos de la II republica- la batalla es europea y mundial. El capitalismo ha decidido acabar con el pacto tácito que se produjo tras la II Guerra Mundial y que permitió la creación del llamado “Estado del bienestar” o también “Sociedad de Consumo”. Era un pacto basado en la necesidad de frenar a la Unión Soviética y la posible exportación de la revolución a toda Europa. Se trataba de una operación propagandística.

Hoy, tras la caída del Muro de Berlín y del sistema soviético, unido a la crisis sistémica capitalista, ya no necesitan un pacto con la clase obrera europea. Hoy el capitalismo solo busca el total aniquilamiento del enemigo de clase. Como decía cínicamente un conocido capitalista norteamericano: “La lucha de clases existe. Y la estamos ganando nosotros”.

Frente a eso, los periodistas debemos ser, más que nunca, un contrapoder al servicio de los débiles. Hoy, los periodistas debemos ser más francotiradores que nunca. Y la Memoria es un buen arma para ello. Hay más, pero esta es una…

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