Cabacheros busca sus nombres

10/08/2011 por

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Cabacheros busca sus nombres

Decenas de familiares de desaparecidos aportaron ayer sus muestras de ADN para identificar los 50 cuerpos de la fosa allerana

José Manuel García Vidal muestra las fotos de su tío desaparecido antes de aportar las muestras de ADN.

José Manuel García Vidal muestra las fotos de su tío desaparecido antes de aportar las muestras de ADN. j. r. silveira
MULTIMEDIA

Caborana (Aller),
C. M. BASTEIRO
Familiares de desaparecidos en el concejo de Aller acudieron a su cita para dejar sus muestras de ADN, a través de la saliva, necesarias para la identificación de los restos de 50 cuerpos exhumados en la fosa común de Cabacheros. A las cinco de la tarde, una hora antes de que llegaran los técnicos, el entorno del local de la junta de iniciativas de Caborana se convirtió en un hervidero de emociones e historias que congregó a cerca de un centenar de personas. La recogida de datos genéticos, promovida por las asociaciones Memoria Allerana y Foro por la Memoria de Madrid, se inició ayer y continuará a lo largo del día de hoy.

El lugar de la cita era muy significativo para José Manuel García Vidal, que busca a su tío abuelo. La junta de iniciativas se habilitó en el antiguo economato de Hunosa. Fue en ese lugar donde su tío abuelo, Cesáreo Vidal Pernas, fue apresado cuando intentaba poner al día su cartilla de racionamiento. Tiene suerte porque pudo guardar una foto de su tío, apodado como «El Ruso». «Era muy buen mozu», bromea, mientras enseña la imagen de un joven con uniforme. «Fue capitán en la República», asegura.

José Nespral también guarda como oro en paño una foto de su padre. José María Nespral sale con un grupo de amigos y es el más alto. «De eso se acuerdan mis hermanos, de su altura», explica emocionado. Tenía seis meses cuando se llevaron a su padre, «un hombre amable y entregado a su familia», recordaba ayer esperando para dejar su muestra genética.

El antiguo economato está muy cerca de la casa donde vivía Manuel Arboleya. Fue allí, en su hogar, donde apresaron a su madre y a su padre. A los siete años se vio solo, con seis hermanos. «Nos arreglamos como pudimos, yo no era el más pequeño, todavía había otro menor», explica. No puede dar una descripción detallada, pero recuerda algunos datos que podrán facilitar la identificación.

Recordar a su padre sería todo un lujo para Amable Josefa Prada, de la localidad allerana de El Castru. Apresaron a su padre cuando tenía un año, y lo único que sabe es que el libro de familia data su muerte el día 22 de diciembre de 1937. Su hermano desapareció «más o menos en la misma fecha». Su progenitor no superaba los 40 años y sabe que estuvo en la tenencia de alcaldía de Moreda. «Mi madre le llevaba comida, pero un día llegó y ya no estaba». No puede aportar datos para facilitar su identificación porque no lo recuerda y a su madre, que murió en 1990, «no le gustaba hablar del tema».

María Francisca Martínez, de Nembra, tiene una historia muy parecida. Sabe que su padre desapareció cuando ella tenía tres años, en 1937, que se llamaba José Martínez y poco más. «Encontrarlo sería una alegría porque sé que mi madre quería saber qué pasó con el», asegura mientras espera para dejar su muestra de ADN. La avisaron desde la asociación Memoria Allerana y sintió alivio, esperanza y angustia a la vez. «No puedo asegurar que esté en Cabacheros pero mi madre siempre contaba que habían enterrado allí a todos los que salieron en un camión desde el cuartel donde él estaba, así que tengo esperanza», explica.

Manuel Fernández Trillo empezó buscando datos sobre la historia de su tío abuelo, Herminio García, y ahora es todo un conocedor de la memoria histórica del concejo. Tiene preparada una publicación que narra la historia de los republicanos del concejo de Aller y está recopilando datos sobre la Guerra Civil y la posguerra en el municipio. Asegura que 800 alleranos murieron asesinados y otros 400 en combate.

No sabe a ciencia cierta si su tío abuelo tuvo un trágico final pero su historia apunta a Cabacheros. «Lo apresaron tres días después de que los franquistas entraran en el concejo, el 22 de octubre de 1937, en Soto», explica. Sabe que lo llevaron al cuartel de Cabañaquinta y que «le pegaron una paliza de muerte». Dos días después, según los datos que maneja, «vieron que lo llevaban camino de la estación del Vasco escoltado por los que le habían detenido».

Los familiares de desaparecidos en el concejo, a puertas cerradas, también conocieron ayer los detalles del informe médico-forense de la fosa común de Cabacheros. Ahora que ya ha pasado lo más amargo, solo piensan en encontrar a los suyos y poder llorarlos como se merecen.

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