«La II República fue un tiempo de grandes esperanzas que quería cambiar el país sin revolución»

14/04/2011 por

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«La II República fue un tiempo de grandes esperanzas que quería cambiar el país sin revolución»

Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Oviedo

El profesor José Girón, en la Facultad de Historia del Campus del Milán, en Oviedo. PABLO LORENZANA

14/04/2011 00:00 /

Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de la Universidad de Oviedo, José Girón Garrote, ovetense de 65 años, conoce bien la II República y es autor de varios estudios y artículos sobre las sucesivas consultas electorales desarrolladas a lo largo de este período histórico, de cuya proclamación hoy se cumplen ocho décadas. Entre sus múltiples trabajos destaca Melquíades Álvarez. Antología de discursos , un libro dedicado a uno de los políticos asturianos más destacados de la II República.

¿Un país se acuesta monárquico y se levanta republicano como se dijo del 14 de abril de 1931? Eso no tiene nada que ver con la realidad. La II República llega por un conjunto de circunstancias que se remontan casi a medio siglo antes. El país había sufrido la crisis del 98, con la pérdida de las colonias; la crisis de Marruecos, un desastre colonial que dura 18 años que fue una sangría y ganamos la guerra gracias a la ayuda francesa; la crisis de 1917 y, por último, la dictadura de Primo de Rivera. Todo eso demuestra que el régimen monárquico había sido incapaz de solucionar los problemas: el país estaba anclado en el pasado, teníamos una tasa de analfabetismo de las mayores de Europa, nada que ver con Francia o Inglaterra, y una economía que era un desastre. Y, sobre todo, la implicación directa del rey con Primo de Rivera.

¿En qué consistió ese papel de monarca? Primo de Rivera da un golpe de estado para salvar una monarquía que se hundía y el rey lo bendice. Y cuando Primo dimite y se va, aquello se cae por sí solo. La labor de los republicanos a favor de la modernización, de acabar con la corrupción y el caciquismo de los partidos dinásticos, fue muy importante, pero al mismo tiempo se lo pusieron en bandeja. Tras un período de transición de unos quince meses, les fue muy fácil identificar a la monarquía con todo lo malo: las guerras, la dictadura, el caos, la crisis económica, la corrupción, el caciquismo y el fraude electoral sistemático porque aunque había elecciones desde hacia medio siglo siempre habían sido fraudulentas, sistemáticamente adulteradas. Para los republicanos fue muy fácil denunciar esto ante la opinión pública que fue muy receptiva a ese mensaje.

¿Quiénes captaron ese mensaje? Las clases medias urbanas y los intelectuales, que apoyaron masivamente a la república. Luego, fue decisiva la ayuda del PSOE y de UGT, que aportaban la masa de sus trabajadores afiliados.

Llegó tras unas elecciones locales en las que las candidaturas republicanas ganaron en las principales ciudades españolas, ¿Eso se repitió en Asturias? Pasó exactamente lo mismo. Oviedo, Gijón, Avilés, Mieres y Langreo votaron las candidaturas republicanas y las zonas rurales a los monárquicos. Fueron 385 concejales monárquicos, 318 republicanos y 228 reformistas.

¿ Hubo un tercer bloque? Si, además de los monárquicos y de los republicano-socialistas, había una tercera fuerza intermedia, que era el Partido Reformista. Melquíades Álvarez, solamente en Gijón, se presentó con la Conjunción Republicano-Socialista. En el resto de Asturias se presentó solo y luchó contra los monárquicos y la Conjunción. Sacó el 26% de los concejales, era una tercera fuerza importante.

¿Por qué aparece esa tercera fuerza en Asturias? ¿Había menos diferencias sociales que en otras regiones españolas como Andalucía o Extremadura? Efectivamente, en Asturias las clases medias urbanas, en alguna medida, se decantaron por los reformistas. Era una opción de centro. Al mismo tiempo apostaba por acabar con el caciquismo y en esos aspectos se parecía mucho a lo que pedían los republicanos; pero era una opción más suave, moderada y con un líder carismático que era Melquíades Álvarez. Aunque en algunas provincias tuvo cierta influencia, el gran peso específico del Partido Reformista era en Asturias.

¿La República murió ahogada entre expectativas que no pudo cumplir y el miedo que generó? Murió porque a lo largo de esos cinco años se fueron formando dos polos antagónicos muy enfrentados: las derechas que acabaron formando el Frente Nacional del 36 y las izquierdas que acabaron en el Frente Popular. Y al final chocaron.

¿Qué provocó ese choque? Quizás porque faltaba un centro renovador, reformista, que calmase los ánimos. Y ese centro fracasa porque el país estaba divido en esos dos bloques muy antagónicos y enfrentados. Al final todo explota: la oligarquía utiliza a una parte del ejército para provocar un golpe de Estado que termina en guerra civil.

En Asturias no hubo quemas de iglesias ni conventos en el 31, pero sí la revolución de octubre del 34, ¿Cómo la interpreta? Hay dos líneas de interpretación. Para unos fue una revolución defensiva frente al fascismo que venía en el horizonte: el caso de Austria, Alemania e Italia estaban ahí. Y otra, la versión de la revolución bolchevique y el intento de acabar con la legalidad republicana e instaurar una dictadura del proletariado. Y esas dos versiones siguen siendo motivo de polémica para los historiadores. La verdad es que en ambos casos es una sublevación contra la legalidad republicana. Había unos partidos que se presentaron a las elecciones, unos ganaron y otros perdieron, la vida democrática es así. Decir que las derechas habían usurpado el poder es una absoluta estupidez. Estaban en el poder porque habían ganado las elecciones, lo mismo que las izquierdas en 1931.

¿La cultura democrática no estaba muy asentada? Ciertamente que no; ese es uno de los fracasos de la II República. Cogieron un país que venía de atrás muy mal, con un analfabetismo tremendo, con unas clases trabajadoras que viven en unas situaciones lamentables y la II República no tuvo tiempo a mejorar esas condiciones de vida, hicieron lo posible, pero no lo consiguieron. Había una derecha muy montaraz y cavernícola que no estaba dispuesta a perder ni uno solo de sus privilegios que ostentaban desde hacía siglos.

¿Pretendió modernizar España? Totalmente, fue una oportunidad de hacer un país nuevo, pero fracasó. No nos olvidemos que durante las elecciones del 12 de abril, aquí no hubo ningún incidente. Las elecciones fueron tranquilas. Ganaron los monárquicos, pero los republicanos lo hicieron en los centros de decisión. Alfonso XIII fue consciente de que aquello se le había ido de las manos y se marchó sin más. Dos días después se proclama la II República, que llega en una oleada de entusiasmo popular con cientos de miles de personas en las calles vitoreándola. No hubo ni un solo incidente, ni un solo herido, ni un solo muerto. Dimos a todo el mundo la sensación de que se podía asumir un cambio de régimen desde la más tranquila de las situaciones.

¿Eran tan radicales las reformas que planteaba? No. El primer bienio intenta hacer la reforma agraria, del ejército, la iglesia y la enseñanza, que eran medidas imprescindibles y que hoy día llamaríamos reformistas. No eran para nada revolucionarias, pero chocaron con varios problemas.

¿Cómo cuales? Una derecha incapaz de aceptar el más mínimo cambio y una izquierda, sobre todo la de la CNT y el PCE, con alto grado de responsabilidad por ejercer una enorme presión. Los comunistas y los anarquistas querían hacerlo todo de la noche a la mañana. Pero aquello no había sido una revolución, sino un cambio democrático. Y llevaba tiempo. Los dirigentes republicanos eran todos reformistas, pero hacía falta un tiempo para llevarlo al parlamento y transformarlo en leyes. Aquello no había sido el triunfo de Lenin en 1917. El PCE y la CNT crearon todos los problemas posibles al gobierno republicano-socialista del primer bienio. Y eso no estaba en la mentalidad de Azaña, Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz, Alcalá-Zamora y todos los demás. Querían hacer las reformas de modo gradual, dentro de la legalidad y respetando la nueva legislación que se estaba aprobando poco a poco. Aquella premura revolucionaria fue también causa importante del fracaso.

¿Está fuera de lugar mentar el fantasma del 36 para criticar las reformas del gobierno actual? Totalmente. Son dos mundos distintos. Es el mismo país, pero los ciudadanos somos distintos y también las circunstancias históricas. No tiene nada que ver una cosa con otra.

¿Y los seudohistoriadores, como Pío Moa, que hablan del 34 como un golpe de estado y antesala de la guerra civil? A Moa le contestó muy bien Enrique Moradiellos y desde entonces la polémica está zanjada. De forma adecuada le dijo: usted cállese que no sabe nada. Y participo de la opinión de Moradiellos.

¿Lo que pasó con la II República pesa como una losa sobre las ideas republicanas? Durante los cuarenta años del franquismo todo lo republicano era lo malo. Aunque contra eso hay que decir que ambas partes tuvieron culpa del fracaso, unos más que otros, desde luego, y al final pasó lo que pasó. No fue la II República, en todo caso, fueron las personas. La república es una institución que llegó en dos ocasiones a este país por vía democrática: en 1873 porque la votó el parlamento y, en 1931, porque la votó la ciudadana. A los reyes que yo sepa, nadie los ha votado.

Usted siempre ha sido muy crítico con Alfonso XIII.

Junto con Fernando VII fue el rey más nefasto de la historia de España. Nunca tuvo empacho en decir que él no creía en la democracia. Alfonso XIII tiene en su haber un montón de desastres, uno de ellos apoyar al dictador Primo de Rivera. Y otro no hacerle caso a Melquíades Á,lvarez cuando le ofreció una salida constitucional para su monarquía. No la aceptó y al final se hundió. Era muy torpe. Aceptó la salida de un golpe de estado.

Hablaba usted de manipulación electoral antes, ¿Y durante la República? Los tres procesos electorales que hubo, los del 31, 33 y 36, más las dos municipales, fueron inmaculados y transparentes. Se acabó la corrupción sistemática de la época monárquica. Fue algo nunca visto en España; simplemente porque el Gobierno decidió que había que acabar con el caciquismo y punto. Aquello fue perfecto, de hecho ningún partido habló de manipulación y se aprobó el voto de la mujer. Hubo avances muy importantes.

¿Con que se queda? Con varias cosas. Fue un momento de esperanza. Lo que había antes era algo deleznable. Fracasó, es cierto, pero durante un tiempo fue la gran esperanza de los intelectuales, las clases medias, los trabajadores, la burguesía urbana y la gente dinámica que quería cambiarlo sin necesidad de procesos revolucionarios.

http://www.lavozdeasturias.es/asturias/II-Republica-grandes-esperanzas-revolucion_0_462553768.html

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