Manuel Fernández Arias, un asturiano condecorado con la Legión de Honor






nuevatribuna.es | 19.02.2011
“Cuando sus vecinos bretones, un domingo a la salida de misa, se encontraron con que a este asturiano le entregaron la Legión de Honor, descubrieron que convivían con un héroe, que ya había sido distinguido con varias medallas, una de ellas otorgada por el mismísimo general De Gaulle“ así presenta Evelyn Mesquida en su magnífico libro dedicado a la “NUEVE”, a nuestro paisano Manuel.
Con motivo de ser distinguido con la Medalla de Plata del Principado de Asturias, tuve la fortuna y el honor de conocer a “Manolin el de Ibias” y comprobar que estaba dotado de una calidad humana no común, la cual se ponía de manifiesto al contar sus vivencias de forma tan natural que parecía que hablaba de otra persona y de hechos que siendo muy relevantes parecía como si en ellos el no tuviese ningún tipo de protagonismo. De sus vivencias durante la guerra civil y su periplo por los campos de concentración franquistas hasta su huida a Francia y posterior enrole en la Legión Extranjera, y más tarde su incorporación a la 2ª División Blindada de la Francia Libre, al mando del general Leclerc, que fue el cuerpo de ejército que libero Paris, tiene buenas referencias el citado libro de Evelyn Mesquida.
Como tantos españoles exilados, confiaba que la Segunda Guerra Mundial no terminase en los Pirineos, por eso habían combatido, por recuperar la libertad que el franquismo les había arrebatado en España con ayuda del nazismo alemán e italiano, pero la realidad del “nuevo orden” surgido tras la contienda europea frustro todas las esperanzas de volver a su “Asturias patria querida”, teniendo que iniciar una nueva vida en una tierra por la que lucho más que muchos franceses, y en la que según me confesó se sintió totalmente integrado. Después de finalizada la guerra, Manuel, siguió un curso de carpintería-ebanistería que era la profesión que le atraía, y la cual le permitiría el integrarse plenamente en la vida civil, el mismo me dijo que su falta de formación, (no olvidemos que se incorporo al frente siendo casi un adolescente) le impidió incluso el haber ostentado una mayor graduación militar que por meritos de guerra le correspondía, (mostrándose no obstante orgulloso de haber mandado un “carro de combate” cuya dirección estaba reservada a militares de mayor rango). Al poco de iniciar su vida laboral recalo como escaparatista en las famosas Galerías Lafayette de Paris donde trabajo hasta su jubilación, en esta entidad se sintió respetado y valorado no solo profesionalmente, pues según me relató, unos días después de su incorporación a la empresa, recibe una comunicación para que pasase por la última planta que era el lugar donde se encontraba la dirección de la misma, lo que le hizo pensar que iba ser despedido, cuando se persono ante la secretaría del director, esta le hizo pasar a una sala donde se encontraba el dueño de las Galerías, el cual avanzó hacia él y le dijo “permítame que le dé un abrazo pues gracias a gente como usted yo estoy aquí” tal persona de origen judío había pasado por los campos de concentración nazis librándose de una muerte segura con la derrota de estos. Contaba Manolo que durante los años que permaneció en la empresa en las comidas de navidad siempre esta persona mantenía un aparte con él, y que faltando dos años para su jubilación de nuevo le llamo al despacho para decirle que ya había trabajado lo suficiente y que no volviese al trabajo pues la empresa le daría vacaciones hasta ese momento. Manuel, tenia muchísimas más anécdotas de esta índole, alguna de las cuales un día compartió conmigo, pero como la gran mayoría de aquellos hombres, se fue en silencio, sin contar su historia.
Como dijo el capitán de la Nueve Raymond Dronne ”Sin saberlo, formaron una cantera de hombres imperfectos, aunque heroicos e irrepetibles”
Manuel, no pertenecía a ningún partido, el se definía como: “un republicano que ha luchado por la libertad”, pienso que forma parte de los hombres que Bertol Brecht calificaba como de “imprescindibles”, en mi caso como de inolvidables.
Aunque sus restos reposen lejos de la tierra que le vio nacer, los asturianos amantes de la libertad sabemos que en el cementerio bretón de Guemeer-Quezennec, se encuentra enterrado uno de nuestros mejores ejemplos, sencillo, humilde, desconocido para la gran mayoría pero protagonista de hechos gracias a los cuales hoy disfrutamos de una vida digna, me viene a la memoria las palabras de nuestro poeta Alfonso Camín, que también sufrió en carne propia el exilio, y relato como nadie la añoranza de nuestra tierra:
Yo no tengo la culpa de mis Vigores
ni que tengan mis surcos fuertes aromas
ni que sobre mis prados llenos de flores
vuelen libres los mirlos y las palomas.
Manuel no tuvo la culpa de su vida azarosa, pero sí de que le recordemos con orgullo.
Isaac García Palacios | Oviedo, 18 de febrero de 2011.










