Aquel maldito curso del 36 en Asturias






Aquel maldito curso del 36 en Asturias
Leonardo Borque recopila en un libro las historias de más de un centenar de maestros republicanos asesinados
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A Pablo Martínez Crespo fueron a buscarle en diciembre de 1936 un grupo de soldados falangistas. Martínez Crespo vivía en la capital de Castropol, Figueras, pero daba clase en un pequeño pueblo de Lugo, al otro lado de la frontera. Figueras acababa de caer en manos franquistas. La república sólo duró cinco meses. Martínez Crespo era una persona mesurada que simpatizaba veladamente con la izquierda, pero que no pertenecía a ningún partido. Sin embargo, a los vecinos del pueblo que simpatizaban con el alzamiento le sonaba que era rojo, porque había defendido en alguna ocasión el laicismo en la educación, así que lo delataron. Los fascistas lo sacaron de su casa, lo soltaron en un determinado momento y le dispararon por la espalda. Dejó tres hijas. Sus restos aún no han sido encontrados.
Leonardo Borque, doctor en historia, ex profesor en el instituto Feijoo de Gijón y autor comprometido con la memoria histórica, recopila varias historias espeluznantes, como la de Fernando Martínez Crespo, en su obra La represión violenta contra los maestros republicanos en Asturias que ayer presentó en el Antiguo Instituto. La obra es fruto de meses de investigaciones y conversaciones para reivindicar la memoria de un grupo reducido de profesores asturianos que fue víctima de la guerra ideológica, el primer paso de todas las guerras. Fusilados, encarcelados o simplemente asesinados a sangre fría, más de un centenar de maestros fueron sacrificados tan sólo por haber defendido un día la educación republicana. “La mayoría eran delatados por vecinos. Las sublevaciones destapan odios contenidos durante tiempo y, entonces, todo vale”, señala Leonardo Borque .
La mayoría de los represaliados no militaba en partido alguno. Fue el caso de Balbina Gallo y su marido, Ceferino Farfante. A ambos les había dado por defender a la República en tiempos de paz, y eso quedó grabado en la memoria de algún vecino de Besullo, en Cangas del Narcea. Así que el 10 de septiembre, cuando los franquistas tomaron la zona, la detuvieron junto a una compañera, Maximina Yáñez, las fusilaron y dejaron sus restos en una cuneta. Ceferino Farfante, marido de Balbina, cayó a los dos días. Le dieron paseíllo.
En diciembre, soldados franquistas sacan de sus casas a cuatro maestros ovetenses. Les detienen, los montan en una camioneta y les dicen que son trasladados a una cárcel gallega.
El viaje acabó en la Concha Artedo. Les mandaron bajarse, les dijeron que eran libres, caminaron unos pasos y sintieron el punzante dolor de una bala en la espalda.
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