Un 14 de abril que pasó de puntillas

16/04/2010 por

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Un 14 de abril que pasó de puntillas

Un pequeño y grandioso tránsito histórico entre Tuña y Tineo

Un 14 de abril que pasó de puntillas

Un 14 de abril que pasó de puntillas

LUIS ARIAS
ARGÜELLES-MERES
De Tuña a Tineo. De Riego a José Maldonado. Occidente astur republicano. ¡Qué sigiloso pasó este 14 de abril en el que se cumplieron 79 años de la proclamación del que fue, como tengo escrito varias veces, el único Estado no lampedusiano de la historia contemporánea! ¡Qué silencio más sepulcral se guarda sobre la omnipresencia del republicanismo en el occidente de Asturias! Silencio sepulcral, sí, pero también ignorancia interesada y en modo alguno inocente. Si, como escribí hace muy pocas semanas en esta misma columna, la Consejería de Cultura de un Gobierno que se titula de izquierdas no tuvo el más mínimo interés en apoyar la recuperación de la obra cinematográfica de Alejandro Casona, ello demuestra que el legado del republicanismo, del que son teóricamente herederos, no les importa en lo más mínimo.

De Tuña a Tineo. De Rafael del Riego a Maldonado. ¿Quién reivindica, a día de hoy en Asturias, el significado de la trayectoria de estos grandes personajes históricos?

Con respecto al primero, bien sabemos que su himno sólo suena de forma accidental e inesperada en las antípodas de España. Pero nadie quiere recordar el significado de este himno. «Para muchos en España, Riego es el himno de Riego. Un hombre que lo fue de carne y hueso y sangre y alma que se ha convertido en un himno» (Unamuno). «El himno de Riego es callejero, alegre y saltarín… Está empapado en los héroes del liberalismo» (Baroja).

Himno, en efecto, de libertades, desenfadado, lleno de humor, en cuyos acordes están presentes los prohombres del liberalismo español, liberalismo que nada tiene que ver con muchos de aquellos que se reclaman tales y que son la continuación histórica de los que más lo combatieron.

¿Dónde fueron a parar? No me refiero ya a Riego y a Maldonado, cuyos destinos son conocidos. El primero, vilmente ejecutado. Galdós, en su novela «El terror de 1824», lo narra así: «Pereció como la pobre alimaña que expira chillando entre los dientes de gato. El día 7, a las diez de la mañana, lo condujeron al suplicio. De seguro, no ha brillado en toda nuestra historia día más ignominioso». Eugenia Astur cuenta en su biografía que Fernando VII, cuando recibió la noticia de la ejecución, viajando camino de la Corte, dicen que frotando las manos se repantigó en el coche y, con un acento en el cual se traslucía la satisfacción de que al fin se ha librado de una pesadilla, exclamó festivo: «¡Liberales: gritad ahora viva Riego!».

Escribió Unamuno que «la muerte de Riego contribuyó, más que a otra cosa, a ennegrecer la figura, ya tenebrosa, de Fernando VII».

En cuanto a don José Maldonado, el que fuera último presidente de la II República en el exilio, lo más suave que se puede decir es que no se hizo con su figura ni la justicia histórica ni la justicia poética que su trayectoria, marcada por la honestidad y la coherencia, merecía.

¿Dónde fueron a parar la rabia y el orgullo, si así se me permite decirlo, consustanciales a una concepción de la vida privada y pública sustentadas en la dignidad ciudadana, juramentadas no sólo contra cualquier tiranía, sino también contra cualquier tipo de sumisión y contra todo aquello que desprenda el pestilente hedor de lo caciquil?

¿Qué le puede estar pasando a una sociedad que, además de vivir su presente con vistas a un futuro con un proyecto mínimamente esperanzador, tiene también que recordar lo mejor de su pasado, esto es, aquello y aquellos que dan cuenta de lo mejor que hemos tenido, del espejo en donde no renuncian a mirarse esa rabia y ese orgullo consustanciales a la dignidad ciudadana, que brotan de la libertad con no menos ímpetu del himno del que venimos hablando?

De Tuña a Tineo. De la localidad que fue cuna del héroe más legendario del liberalismo español a su capital de concejo donde vino al mundo aquel político republicano que supo asomarse a su tiempo haciéndose eco de los clamores de justicia y libertad que entonces se respiraban.

¿Qué político asturiano actual reivindica a don José Maldonado? ¿Qué tienen que ver con él nuestros dirigentes desde la Presidencia del Gobierno a cualquier edil del Ayuntamiento más pequeño? ¿Sería acaso exagerado considerar que no son pocos los que incluso ignoran la existencia del que fuera también alcalde de Tineo?

Si no recuerdo mal, este año se cumplirán 110 años de su nacimiento y 25 de su muerte. Por cierto, vino al mundo un 11 de febrero, el mismo día 27 años después de que se proclamase la I República, que no tuvo ni siquiera un año de vida. ¿No va siendo hora ya de que se tomen iniciativas institucionales para dar a conocer su figura, para que la Asturias que lo vio nacer y morir, tras muchos años de exilio, lo reconozca como se merece?

Un 14 de abril que pasó de puntillas en España entera, también en Asturias, también en nuestras comarcas del Occidente que fueron un importante vivero de aquel Estado.

Mucho ruido, espantosa furia, ambos fuegos de artificio, ambos propios de historias contadas por y para idiotas, parodiando al personaje de Shakespeare.

Y, a pesar de todo, convencido estoy de que es necesario rescatar la rabia y el orgullo en pro de derechos y libertades, en pro de la dignidad.

Rabia y orgullo que tan admirablemente escenificó una actriz universal, hija del republicanismo español, cuyas memorias siguen siendo un estremecimiento para uso y disfrute de quienes no renunciamos a lo que este legado significa. Me refiero a María Casares.

Legado que está aquí muy cerca de nosotros. Por ejemplo, entre Tuña y Tineo.

http://www.lne.es/opinion/2010/04/16/14-abril-paso-puntillas/901605.html

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