Los avatares de un maestro republicano






Los avatares de un maestro republicano
La biografía de Julián Campo repasa su andadura desde Salas hasta Ceares
04.12.09 – 02:34 –
Cuando Julián Campo Zurita (1891-1978) comenzó a trabajar de maestro en la escuela de Soto de los Infantes, en Salas, tenía 14 años; los mismos que ahora tiene un alumno de segundo de la ESO. Aquel mismo día se convirtió en testigo de los cambios más importantes del magisterio en Asturias y en España. Y marcó el inicio de una rica trayectoria vital en la que recorrió colegios de Villar de Zuepos (Miranda), San Martín de Arango (Pravia), Trevías (Valdés) y Ceares, además de un periplo en Tenerife. Ahora, la Fundación Municipal de Cultura y el Museo del Pueblo de Asturias han querido publicar sus memorias: ‘Los avatares de una vida’.
Sin duda fue, como titula su prologuista, Leonardo Borque, un «maestro en tiempos difíciles». Entre otras cosas, porque la época en la que se crió, formó y ejerció Campo Zurita fue fácil para muy pocos. A los 7 años formaba parte de un país que perdió mucho más que las colonias en 1898. Desde ese momento, la población no dejó de recibir golpes: la Semana Trágica de Barcelona, la Primera Guerra Mundial, el desastre de Annual, la dictadura de Primo de Rivera…
Tiempos de los que el maestro recuerda el hambre, su única chaqueta raída y con los codos zurcidos y el sueldo, inferior al de un oficial de tercera. Eran años en que los maestros se comparaban a los mendigos. De sus años de enseñanza en Tenerife, destaca la ausencia de materiales, la falta de ventilación en una clase sin ventanas ni mesas para el profesor o los alumnos.
Ya de vuelta en Asturias y a causa de la pobreza, fue uno de los primeros maestros que pensó en sindicarse. Su determinación le costó el abandono de una novia, que le dejó cuando intentó llevarla a la Casa del Pueblo.
El sistema educativo español se transformó. La II República llegó con lo que el concejal de Educación, Justo Vilabrille, considera «el intento más serio, a excepción de la democracia, de regeneración y modernización de España en el ámbito educativo». Y lo hizo con un plan que preveía la creación de 25.000 escuelas -finalmente no dio tiempo a su construcción-, la transformación del plan de estudios y un plan profesional de lo más ambicioso, que incluía un año de prácticas pagadas a los maestros. El cambio fue radical. Más, teniendo en cuenta que hasta entonces los maestros como Don Julián sólo tenían que sacarse el Certificado de Actitud para dar clase, consistente en un examen de lectura, escritura y algunas cuentas.
Tribunal de Depuración
Tenía muchos planes que ejecutar, pero la Guerra Civil y la llegada de la dictadura franquista le llevó frente a la comisión del Tribunal de Depuración del Magisterio. Campo Zurita estuvo en la prisión de Celanova (Ourense) hasta 1941. Y, después, cuando intentó reincorporarse, recordó el edil del Ayuntamiento de Gijón, «el cura del pueblo donde impartía clases emitió un informe negativo sobre él. Le dijo a su esposa: ‘Hasta que su marido llegó al pueblo, aquí no se había oído hablar de socialismo’.
«El encarcelamiento de los maestros provocó una escasez que llevó a miembros de La Falange o el Ejército a ejercer como tales sin ningún tipo de formación pedagógica», recordó Vilabrille.
Trascender la aldea
Así, los avatares de este maestro constituyen «parte de nuestra memoria histórica y consideramos una necesidad reivindicar este tipo de iniciativas, fundamentales para recuperar una parte de la historia asturiana», reivindicó Jorge Espina. El libro, como apuntó Borque, deja también constancia del nacimiento de la figura del maestro como «auténticos modernizadores y, muchas veces, puentes entre la cultura rural y la urbana. Daban las herramientas para trascender los límites de la aldea»
http://www.elcomerciodigital.com/20091204/gijon/avatares-maestro-republicano-20091204.html










