Los acreedores del recuerdo






Desde su incomprensiblemente reciente actualidad –porque llega con un poco de retraso–, muchos han querido hacer de la Memoria Histórica, con mayúsculas, una cuestión política. Al comprobar de primera mano el motor que alimenta el deseo del reconocimiento de la injusticia, uno inmediatamente cae en la cuenta de que la investigación del cruento pasado ligado al levantamiento de fosas comunes está muy lejos de la teoría de bandos que insinúan o directamente preconizan los moradores de las altas esferas de gobierno. Allí, a pie de excavación, un sentimiento se erige por encima de los que erróneamente se le suponen a una empresa como esa. Ni odios, ni venganzas, solo prisa. Prisa por acabar, por volver a enterrar los exhumado, una vez que la pala del recuerdo, y no la del olvido, vuelva a volcar la tierra sobre una tumba digna.
Ayer, en Cabal.leros –Cabacheros fonéticamente–, la fosa común de represaliados durante la guerra civil que la asociación Foro por la Memoria ha comenzado a investigar en los últimos días en el concejo de Aller, algunos familiares de desaparecidos observaban atentamente el desarrollo de los trabajos. Algunos incluso, como voluntarios, echaban una mano en la propia excavación, que ya ha encontrado los primeros restos humanos, en una zona en la que se calcula que pueden estar enterradas unas 20 personas.
TESTIMONIOS La familia Fernández Pellitero, natural de Misiegos pero afincada en León, acudió al improvisado campamento próximo a Felechosa. Casimiro, el padre, perdió a su progenitor el mismo día de su nacimiento, un cinco de noviembre de hace ya 72 años. Tanto él como su mujer y su hija, Elvira y Charo, están «muy contentos con que por fin se hayan puesto manos a la obra» , aunque reconocen que «es buscar una aguja en un pajar», ya que «le arrestaron más abajo y podría estar aquí o en San Isidro» donde los testimonios indican que hay otra fosa, de las 20 que se estiman en el municipio. Su deseo es «dar a Casimiro –su padre se llamaba igual– una tumba a la que poder llevarle flores».
Un enfoque menos religioso tiene Angel García, allerano de Levinco y miembro del equipo de la excavación, formado por unas 30 personas. El busca a la familia Escalante casi al completo, ya que cuatro familiares suyos –abuelo, tío y dos tios abuelos– «muy probablemente estén enterrados aquí», y lo hace por «vocación histórica para recordar una injusticia y no por deseos religiosos, aunque hay que respetar todas las opiniones». Junto a él, Jesús Celestino García, nacido en Moreda y residente en Gijón, también tenía los guantes puestos y la pala en la mano. Su tío, le hermano de Honorina, su madre, fue «preso y metido en un camión en diciembre del 39 con 23 años». Jesús señaló que «no quiere culpables» sino «el recuerdo y la constancia de sus horribles crímenes», puesto que su labor está «asistida por el derecho legal y el moral». Por último, Juan Ramón Suárez Mejido, de Felechosa, anda a la búsqueda de su padre, prendido en Cabañaquinta también «entre el 8 y el 14 de noviembre del 37».
LEY INSUFICIENTE Por su parte, la asociación Foro por la Memoria, en una rueda de prensa previa a la reanudación de los trabajos, cargó contra una ley, la de la Memoria Histórica, que consideran «insuficiente». El coordinador de la excavación, Javier Moreno, criticó «la ausencia de una política estatal de recuperación histórica» ya que «solo el movimiento social interviene» y la ley «solo toca el plano indicidual». Además, el arqueólogo de la excavación explicó que los primeros restos encontrados en Cabal.leros –huesos y tejidos– «son de mucha utilidad» y que serán judicializados, ya que los familiares o la asociación ya han interpuesto, lógicamente, las correspondientes denuncias.
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