Testigos de la barbarie

09/11/2009 por

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Con nueve y diez años, sus ojos habían visto más de lo que cualquiera desea. Ahora, transcurridas casi ocho décadas, el recuerdo sigue vivo y aún duele. José Antonio Vega mueve airadamente los brazos con un gesto de ira controlado cuando habla de ello. Pero, ¿se puede hacer algo más cuando pasa el tiempo? Rendir un homenaje, como poco. Vega y Emilio Díaz Rozada, de 88 y 87 años respectivamente, lo hicieron hace unos días para recordar la memoria de quienes, en tiempos de la guerra civil, murieron por defender sus ideales.
Por quinto año consecutivo -el homenaje se lleva realizando desde 2005 y una vez más contó con la presencia de la Agrupación Socialista parraguesa- regresaron a Arenes de Parres, al enclave en el que la madurez les llegó de golpe. «Éramos tan sólo unos chavales, y yo nunca había visto un muerto. Nos pidieron que subiéramos aquí porque había trece cadáveres y teníamos que enterrarlos», comenta Díaz Rozada. La visión los espantó. «Recuerdo que uno llevaba la barriga rota y otro aún se aferraba a la camilla», describe. Y ninguno llevaba una placa identificativa.
Al parecer, en el paraje el ejército de los republicanos había instalado un hospital de campaña para curar a los heridos en la batalla. Se sospecha que en esos momentos los Nacionales avanzaban mientras los republicanos salían en retirada. Tuvieron que abandonar el hospital con los enfermos: «Muchos tenían tiros de gracia en la cabeza, o sea que posiblemente les disparó alguien de su propio bando para que dejaran de sufrir». En el enclave, se ubica una placa conmemorativa en la que se puede leer lo siguiente : «En recuerdo de las víctimas del odio y de la intransigencia que pagaron con su vida la defensa de la libertad y de la legitimidad democrática republicana».
Fuese como fuese, el caso es que al final los dos chiquillos tuvieron que ocuparse de enterrar a los fallecidos. «Sólo quedamos en el pueblo éste y yo y dos personas mayores», explica Emilio. A pesar de su corta edad entonces, afloró la sensibilidad y «decidimos enterrarlos como Dios manda, no en una fosa común y amontonados».
Más allá del horror, queda la desesperanza. Todo sucedió «por envidias y tonterías y para mí la política se convirtió en una basura. No están más que para obtener el poder».
Y a pesar de que ya casi han pasado ocho décadas, aún recuerdan el sonido de las bombas, de las ametralladoras, de la guerra. «Fíjate que poco leídos éramos que cuando pasaba un avión no nos atrevíamos ni a hablar… Ahora vamos a reírnos el poco tiempo que nos queda», concluye.
http://www.elcomerciodigital.com/20091019/oriente/testigos-barbarie-20091019.html

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