Buscamos más información. Si teneis algún dato adicional podeis enviarlo a famyr@memoriayrepublica.org
Os agradeceríamos difusión La sargento Maruja, miliciana que subfusil en mano dirigía un pelotón de mujeres en el frente de Asturias, allá por octubre de 1936. (AHN Causa General) (vía GEFREMA).
La Fundacion Juan Muñiz Zapico de la que soy director ha
solicitado, como entidad memorialística y en desarrollo de la Ley de
recuperación de la memoria democrática del Principado de Asturias, la
declaración como Lugar de la Memoria Democrática de Asturias a la fosa
de la partida de Manolo Caxigal en Laviana.
En febrero de 1950, más de diez años después de la
caída del Frente Norte, en Asturias la lucha continuaba. Ya hace 70 años
de su asesinato y la exposicion pública de sus cadáveres. La fosa de la
partida de Manolo Caxigal se encuentra tal cual en aquel momento, con
una placa con sus iniciales en el cementerio de San Esteban de El Condao
(Laviana). Su ubicación y datos viene recogida en el Mapa de las Fosas Comunes realizado por la Universidad de Oviedo en colaboración con el Gobierno del Principado.
El ataque, aquel 7 de febrero, al campamento
guerrillero ubicado en La Ferrera acabó con la vida de Manuel Díaz
González (Caxigal), Eloy Álvarez Martínez El Ruso, Ángel Martínez Rodríguez, Ovidio González Morán, Roberto Montes Rodríguez Cantinflas, Vicente de Blas Almodóvar, Manuel Castaño y por último el que sólo tenemos su apodo Negrete. Supuso un duro golpe a la Agrupación Guerrillera y a la organización del Partido Comunista de España en Asturias
Mi primer contacto con la figura de Caxigal fue
leyendo un boletín de la Federación Minera de CCOO que mi padre trajo a
casa del pozo. La historia de los guerrilleros me llamó la atención, más
a finales de los años 80. Entonces no se oía hablar de la Memoria Histórica, los jóvenes sabíamos más de la represión de la dictadura argentina que de la española. Al ser Caxigal de Laviana
le llevé la revista a mi abuelo Jamín y le pregunté si le sonaba algo.
Tal era mi ignorancia. Nunca vi a mi abuelo llorar como viendo aquella
foto, claro que le sonaba, era su amigo y compañero. Me contó la última
vez que lo vio con vida. Cómo una noche de fiesta le llamaron detrás de
la iglesia del Condado y el abrazo que se dieron. Aquel día me di cuenta
de mi desconocimiento, quizás eso me animó más a estudiar Historia y,
hoy, a mi labor de recuperación de la memoria de aquellos y aquellas que
dedicaron su vida en la lucha por la libertad.
Caxigal y sus compañeros, algunos venidos de fuera de Asturias a seguir la lucha antifascista, eran la expresión del movimiento obrero y la continuidad de la legalidad republicana. Como muy bien plantea Ramón García Piñeiro en su libro Represión, guerrilla y violencia política en la Asturias de posguerra (1937-1952). Nunca han tenido el reconocimiento debido. En una fecha como la de difuntos, es momento de pensar en los miles de desaparecidos aún existentes, enterrados y enterradas, en las cunetas y fosas comunes. En las familias y compañeros que aún tiene que oir eso de que no es momento de reabrir heridas. Reconocer a las víctimas, tratar como héroes a los que dieron su vida, no reabre nada, al contrario lo cierra y clarifica. Es una cuestión de dignidad y justicia. Por eso, con esta solicitud de la Fundación Juan Muñiz Zapico de CCOO de Asturias, pretendemos que en aplicación de la Ley, se adecúe la fosa y se complete la investigación de todos sus miembros, como el caso de Negrete del que solo se sabe su alias. Consiguiendo para los enterrados en la citada fosa el reconocimiento como héroes de la resistencia antifranquistas. En recuerdo de Caxigal y sus camaradas.
Alberto Vázquez García se ha convertido en un especialista en el
mundo del crowdfunding. Sin respaldo de la industria cultural, este
ilustrador y documentalista de la cuenca minera del Caudal ha ido
logrando así financiar sus diferentes proyectos destinados a la
recuperación de la memoria obrera y antifascista asturiana. Viene de
producir de este modo “Minas de Figareo 1978-1980”, un documental sobre una de las huelgas más salvajes de la Transición asturiana,
en la que los mineros llegaron a secuestrar al patrón, abuelo del
actual diputado de VOX por Asturias, y está ahora embarcado en el Verkami para terminar otro documental, este sobre la vida de Vicente García Riestra,
uno de los asturianos que sobrevivió al holocausto nazi, y en el que
Vázquez se abre a nuevas técnicas, como mezclar imágenes reales y
animación de sus propios dibujos.
Nacido en algún momento indeterminado del siglo XX que no quiere
revelar – “Juego a la confusión como Bob Dylan” – el polifacético
artista mierense se interesó por la memoria histórica siendo todavía un
crío, cuando aún ni siquiera el término “memoria histórica”, hoy tan de
uso corriente, era de dominio público. Cuenta Vázquez que en la escuela y
en el instituto le contaban una historia de España “en la que no me
explicaban porqué algunos de mis vecinos habían estado presos”.
Cuando ya siendo un joven activista del colectivo Griesca y estudiante de la Escuela de Artes y Oficios de Uviéu
se hizo insumiso al servicio militar, el tema de la represión aún le
interesó más. Con 24 años, antes del boom de la memoria histórica, pero
ya consciente de que aquella generación de luchadores a la que tanto
admiraba no viviría eternamente, se compra una grabadora y comienza a
hacer por su cuenta entrevistas en un casete. Se mete en sus casas y en
sus recuerdos. Muchos se terminan convirtiendo en sus amigos. Casi no
quedó viejo luchador o luchadora en Asturies al que Alberto no
entrevistara. Su Facebook , lleno de fotos con veteranos antifascistas,
da cuenta de ello.
El abaratamiento de los equipos audiovisuales con la revolución
digital le permitirá ya en 2008 comprarse una cámara de vídeo e iniciar
una carrera como cineasta independiente autoproduciendo sus propios
documentales. Una carrera que arranca por lo más cercano, con “Poca Ropa“,
un homenaje a sus paisanos de la cuenca del Caudal, en el que repasa la
historia de la lucha antifranquista en su concejo, Mieres, y que llega
hasta hoy con este “Vicente García Riestra, Guardián de Memoria”.
Su primer contacto con el republicano poleso fue en 2009, en una visita
de este a su tierra natal para asistir a unas jornadas sobre el exilio
español. Se iniciaba así una relación de amistad que llevaría a Vázquez a
ir grabándole en varias ocasiones a lo largo de los años, tanto en
viajes a su casa en Francia, como en las visitas de Riestra a Asturies
en busca de sus orígenes familiares, la fosa de su hermano o para
asistir a homenajes, como los que le rindieron los ayuntamientos de
Uviéu, Siero y Noreña en 2018.
Riestra, nacido en Pola de Siero en 1925, fue este año Medalla de Oro de Asturies a
título postumo. Su vida, marcada por la Guerra Civil y la Segunda
Guerra Mundial, el asesinato de su padre y de su hermano, y un largo
exilio, también inspiró el libro de Xuan Santori“42.553: Después de Buchenwald” .Con 11 años fue evacuado con su madre y hermanos en 1937 desde el puerto gijonés de El Musel rumbo a Burdeos. De Budeos pasaría como otros muchos refugiados asturianos a Catalunya, aún en la España republicana.
Tras la caída de Catalunya, él y su familia huirían a Francia, donde
serían internados por las autoridades francesas. Cuando logra salir del
campo de refugiados empieza a trabajar como leñador. La invasión nazi de Francia, en la primavera de 1940, le llevará con 15 años a buscar contacto con la Resistencia
para unirse a ella. A pesar de su juventud colabora como informador de
los guerrilleros hasta que un chivatazo le delata y le obliga a buscar
refugio en el monte con los resistentes armados. Capturados él y sus
compañeros del maquis, los alemanes le deportan en 1944 al campo de concentración de Buchenwald, cerca de Weimar.
Allí la lucha sigue, participando con otros presos en la organización
de la resistencia dentro del campo hasta el final de la guerra. Cuando
las tropas norteamericanas llegan en abril de 1945 a Buchenwald
descubren un campo en el que los prisioneros se han armado, han
ejecutado a sus últimos carceleros y han tomado el control del
presidio. Tras la liberación Riestra regresa a Francia, se asienta en Périgueux, se casa y forma una familia.
Vázquez destaca de Riestra que no solo fue una víctima y un
superviviente, sino también un hombre comprometido con su tiempo y un
luchador antifascista hasta el final de sus días. “Iba a los institutos
en Francia a dar charlas contando su experiencia y a advertir a la gente
joven del peligro del racismo y la ultraderecha. Las últimas veces que
hablamos me contó que estaba muy preocupado por el auge de VOX en
España” recuerda Vázquez, que explica que a pesar de pasar la mayor
parte de su vida en Francia, siguió conservando algunas palabras
asturianas cuando hablaba en castellano, eso sí, con un marcado acento
francés.
En “Vicente García Riestra, Guardián de Memoria”,
Váquez combina imagen real con animación a partir de sus propios
dibujos. Y es que Alberto siempre ha sido ante todo un dibujante e
ilustrador. Pocas organizaciones de la izquierda asturiana no han tirado
alguna vez de sus servicios para carteles y campañas de todo tipo.
Desde CCOO e IU, pasando por Lliberación, la CSI o Soldepaz-Pachakuti. Vázquez empezó dibujar en el colegio:“a pesar de estar en Mieres, tan minero y tan rojo, era el único guaje del colegio que no iba a religión, y como no había profesor de ética poníanme
en un rincón a dibujar”. Le cogió tanto placer a dibujar que terminó
queriendo hacer de eso su profesión y estudiando para ello en la Escuela de Artes y Oficios. También hizo un taller de cómic, y sobre todo se dejó aconsejar por compañeros y amigos como el músico y dibujante Ruma Barbero,
con el que aprendió algunos trucos del oficio que le serían muy útiles.
Los trabajos como ilustrador infantil le enseñaron “a simplificar y
hacer coses más amables”. Descubrió que lo naif no estaba reñido con lo político. De ahí salió el personaje de Carla, una especie deMafalda a la asturiana, que inventó para que fuera la mascota de las jornadas Las otras caras del planeta, que durante varios años se celebraron en Xixón promovidas por varias organizaciones sociales.
Su último trabajo en el ámbito del cómic, este mismo año, es “El sol na escombrera”, una adaptación del libro de José Fernández Sánchez“Cuando el mundo era Ablaña”.
Se trata de una colección de estampas de la vida cotidiana en un
pequeño pueblo de la cuenca minera de los años 30, con la República, la
Revolución del 34 y la Guerra Civil como telón de fondo. Con esta obra
costumbrista ha ganado por segunda vez el Premio Alfonso Iglesias de Cómic, galardón que ya logró en 2019 con “Los Llazos Coloraos”,
un album que recopila los momentos más destacados de la lucha minera
entre 1957 y 1965, cuando el movimiento obrero comienza a reconstruirse
aún bajo la clandestinidad. Considera que la historia de las cuencas
mineras asturianas es una fuente casi inagotable de inspiración y ha
consagrado su producción como dibujante y documentalista a darla a
conocer.
Tras vivir algún tiempo en Xixón, cerca del mar, hace años que Alberto vuelve a residir en Mieres. Es un habitante orgulloso de la cuenca y saca pecho de su historia de lucha y de sus ayuntamientos de izquierdas, concretamente del suyo, con mayoría absoluta de IU. Le gusta la política cultural del gobierno local, que es una referencia a nivel asturiano, pero echa de menos el bullicio nocturno de aquel Mieres de los 80 y 90, menos cultureta pero más noctámbulo y folixero: “falta gente joven y un poco más de vidilla. Cuando salgo los fines de semana a las doce abúrrome y quiero tirar pa casa“. Hay algo de crepuscular y melancólico en la mirada de Alberto a su entorno. Como si hubiera en sus amadas cuencas más pasado que futuro. Y es que como su biografiado, Vicente García Riestra, también él ha decidido consagrar su vida a ser un “guardián de memoria”.
El Gobierno regional homenajea al último superviviente español del campo de concentración de Buchenwald, fallecido en 2019
a. illescas
25.09.2020 | 01:01
El Consejo de Gobierno ha decidido hoy conceder la Medalla
de Oro de Asturias, a título póstumo, al poleso Vicente García Riestra,
fallecido en 2019, en reconocimiento a «su defensa de la democracia y
sus valores». De esta manera el Principado reconoce al último
superviviente español del campo de concentración nazi de Buchenwald, del
que destacan su «lucha por la recuperación de la memoria histórica,
ofreciendo charlas divulgativas en diversos centros educativos de España
y Francia para que lo que vivió no cayera en el olvido». PUBLICIDAD
Riestra
llegó al campo de concentración alemán tras ser capturado por la
Gestapo cuando espiaba para la resistencia francesa. Nacido en Pola de
Siero, siendo un niño su familia se trasladó a vivir a Noreña y fue en
la Villa Condal donde les golpeó la Guerra Civil. Su padre, Gregorio
García Lavilla, fue fusilado el 4 de marzo de 1938. Dos años más tarde,
con la entrada de las tropas franquistas en la Ciudad Condal, se vio
obligado a cruzar la frontera con Francia, apenas con una manta para
taparse que siempre conservó.
El
poleso pasó más de un año en el campo de concentración, donde fue
torturado junto al resto de sus compañeros. Finalmente, el 11 de abril
de 1945 fue liberado y pasó el resto de su vida en Francia, donde
impartió numerosas charlas en institutos relatando su historia.
En
sus últimos tiempos, ya sabiéndose enfermo quiso regresar a España y en
concreto a su Asturias natal acompañando a su biógrafo, Xuan Santori,
quien contó sus vivencias en el libro «42.553: después de Buchenwald».
En enero de este año, el colegio Carmen Ruiz Tilve de La Corredoria
(Oviedo) le concedió su III Premio por la Paz, un galardón que él
agradeció posteriormente en una carta en la que escribía: «La juventud
es primordial en mi lucha por la paz, son ellos los que tienen en sus
manos el porvenir de las libertades y, sobre todo, de la paz. Que no se
repita, que la juventud pueda disfrutar de amor y de libertad».
En
su último regreso a Asturias visitó también Pola de Siero, su localidad
natal, donde fue agasajado por vecinos y representantes políticos. Lo
mismo que en Noreña: allí un adoquín recuerda la memoria de Riestra,
fallecido en mayo de 2019. A estos homenajes se suma ahora la Medalla de
Oro de Asturias de manera póstuma.
La Asociación por la Memoria Histórica encontró restos de al menos tres cadáveres el primer día de prospecciones en la finca de El Rellán de Grado, que fueron trasladados al Anatómico Forense por orden judicial
Los trabajos de exhumación en una finca que fue zona de baile y granja de cerdos
El primer día, el pasado 14 de julio, de prospecciones ya encontraron restos de al
menos tres personas y 19 casquillos en una zona muy concreta cuya
posición apunta a que allí mismo se formaba el pelotón de fusilamiento.
Al día siguiente, a primera hora de la mañana, agentes del laboratorio
de criminalística de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de
la Comandancia de la Guardia Civil de Oviedo se
habían desplegado en el lugar de las prospecciones por orden de la
titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Grado, que aplicó el mismo protocolo judicial y policial que se establece en la investigación de un delito violento.
Los agentes, además de tomar declaración a varias personas que habían participado en la exhumación, recogieron restos óseos y de balística. Los restos humanos se llevaron al Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Oviedo para ser analizados y la jueza ordenó que se detuviera la exhumación al menos mientras dure la investigación policial de todo lo recabado. «Estamos a la espera de que decida si sigue con la investigación o la archiva», explica el historiador David Fernández, de la ARMH, que señala que lo habitual es que el caso se archive en base a la Ley de Amnistía, que considera que los crímenes de la represión franquista han prescrito. Fuera de España, estarían considerados crímenes de lesa humanidad, los delitos de derecho internacional más graves.
Realmente es una incógnita en qué acabará este
proceso judicial. Pero, en todo caso, si la jueza decidiera archivarlo,
las labores de exhumación continuarían en esta finca, que el Ayuntamiento de Grado (gobernado por IU)
compró en 2018 por unos 65.000 euros para proteger la fosa y dignificar
el lugar en el que se desconoce cuántos soldados republicanos y civiles
fueron asesinados y/o enterrados. Siempre se habló de cientos.
La investigación del equipo de la Universidad de Oviedo que elaboró el mapa de las fosas comunes de Asturias consiguió
identificar a 25 con nombre y apellidos: siete mujeres y 18 hombres. El
más joven tenía 13 años cuando se le dio por muerto el 12 de octubre de
1936. Se llamaba Jesús García Fernández y vivía en La Mata, de donde también era vecina la mujer más mayor de ese listado. Manuela Fernández González tenía 80 años
y su fallecimiento consta en la misma fecha. Ese 12 de octubre fueron
ocho las personas que, según el listado de los investigadores de la
Universidad de Oviedo, fueron enterradas en esta fosa.
En Grado, un concejo en el que hay al menos 14 fosas comunes de víctimas del franquismo, la guerra se vivió desde 1936 hasta octubre de 1937. La
primera fecha que consta en ese listado de fallecidos de esta fosa data
del 5 de octubre de 1936 y, la última, del 20 de diciembre de 1938. El modus operandi de los asesinatos, al menos para quienes vivían en Grado, era casi siempre el mismo.
Los
vecinos represaliados, incluido otro chaval de 15 años que se llamaba
Ángel Álvarez Flórez y vivía en Bayo, eran capturados, les
metían en el centro de detención en que habían convertido el chalé de
Patallo y, casi siempre de la noche a la mañana, no se volvía a saber de
ellos. El chalé de Patallo, en donde constan terribles interrogatorios con torturas y asesinatos,
fue cárcel por lo menos entre octubre de 1937 y abril de 1938. También
consta el terror que provocaba escuchar los disparos en la finca,
situada a orillas del río Cubia, en la que se encuentra esta fosa de
Grado, una de las mayores de Asturias. La casa Patallo está a cinco
minutos de la finca, situada entre Llantrales y El Rellán.
A esa finca se la conoce por muchos nombres. Por
el de estos dos pueblos, Llantranes y el Rellán, y por La Chabola. Por
La Mata. Y también como El Bailache o La Gochera. Este último
nombre se debe a que, en los años 50, se construyó una granja de cerdos
que hoy está abandonada. Un agravio tan simbólico como el hecho
de que en 2016, en Grado, se avanzara en la reparación de la memoria
histórica del concejo inaugurando el parque de la Memoria Histórica con
un monumento que se llama Memoria herida.
La finca, que había sido trinchera antes
de convertirse en la última parada de aquellos camiones que llevaban a
los condenados a muerte sin juicio alguno, hasta los años 60 tuvo una
zona dedicada a un baile de salón y de ahí lo de El Bailache.
«Siempre se supo lo que había pasado en esa finca y siempre estuvo mal
visto lo de la granja de cerdos», indica David Fernández, que explica
que, desde que la Asociación para la Recuperación de la Memoria
Histórica empezó a investigar y a recopilar testimonios sobre lo
ocurrido en esa finca, «las reacciones siempre han sido positivas y todo han sido muestras de apoyo».
En Asturias, no se sabe exactamente cuántas
personas fueron represaliadas por defender la legalidad republicana,
pero se calcula que al menos una de cada tres familias asturianas lo
fue. «Como la fosa es tan grande, muchas familias se han puesto
en contacto interesándose», dice Fernández, que explica que la ARMH hizo
un llamamiento, y lo sigue haciendo, para encontrar a posibles
familiares de las víctimas enterradas en esa finca. Al menos
una docena de los que se han puesto en contacto lo son de las 25
personas identificadas con nombre y apellidos. Otros, aunque sus
familiares no estén en ese listado, saben que los cadáveres fueron
enterrados en la finca. Y otros piensan que pueden haber sido enterrados
en ella.
En la de Grado, dan por hecho que una vez que retomen los trabajos encontrarán más de una fosa. Lo que no tienen tan claro es que acabará esta actuación judicial que, tras tantos años sin verdad, justicia ni reparación, cuando menos es atípica.
La Federación Asturiana Memoria y República (FAMYR) acabamos de concluir la primera parte del proyecto Silenciadas, pero no olvidadas. Mujeres y represión franquista en Asturies.
Dicha fase incluye el texto de un libro cuya autora es la historiadora Mónica García Fernández en el que, precisamente, se trata de sacar a la luz los casos de mujeres anónimas cuya libertad, autonomía y, en muchos casos, vida fue cercenada por el aparato represivo del franquismo. Una represión que no solo fue directa, de tipo político, sino que también se desarrolló de manera doméstica, en el día a día, institucionalizada.
Buscamos completar el trabajo con mas documentación: testimonios, fotografias, documentos… todo aquello que nos permita sacar a la luz este episodio negro de nuestra historia y poner en valor su compromiso y su lucha.
Puedes enviarnos toda la información que dispongas a famyr@memoriayrepublica
La obra Silenciadas pero no olvidadas
repasa la manera en la que la dictadura dirigió su maquinaria contra
las mujeres y documenta cerca de un millar de casos de condenadas y
ajusticiadas
Marcos Gutiérrez
Asturias
04/07/2020 05:00 h
La Guerra Civil y el franquismo sumieron a España en
cuatro décadas de oscuridad. Tanto de manera directa como de un modo más
sutil y asumido como cotidiano, las mujeres padecieron doblemente esta
opresión, muchas veces de manera anónima. También en Asturias. Una
completa investigación busca, precisamente, saldar esta deuda o, al
menos, intentarlo. No es sencillo expresar con una cifra la magnitud de
la opresión de la dictadura sobre las mujeres en la región. Sin embargo
dicho análisis cuantifica en 440 los casos de condenadas y en medio
millar los de ejecutadas en Asturias.
La Federación Asturiana Memoria y República
(FAMYR), con la colaboración, asesoramiento y ejecución de la entidad
Covenant Servicios Audiovisuales, acaba de concluir la primera parte del
proyecto Silenciadas, pero no olvidadas. Mujeres y represión franquista en Asturies.
Dicha fase incluye el texto de un libro cuya autora es la historiadora
Mónica García Fernández en el que, precisamente, se trata de sacar
a la luz los casos de mujeres anónimas cuya libertad, autonomía y, en
muchos casos, vida fue cercenada por el aparato represivo del franquismo.
Una represión que no solo fue directa, de tipo político, sino que
también se desarrolló de manera doméstica, en el día a día,
institucionalizada.
«Hace tiempo veníamos reflexionando del poco trabajo que se había dedicado en estudios memorialistas en Asturias al tema de la represión de las mujeres», explica Rafael Velasco, presidente de FAMYR (Federación Asturiana Memoria y República). La semilla de este proyecto surge «en torno a la discusión y aprobación de la Ley de Memoria Democrática. La ley contempla de forma específica la oportuna reparación y recuperación de la memoria de las mujeres» y en directa colaboración «con la dirección general de Emigración de Begoña Serrano».
«En las siguientes fases implica la
publicación del libro, una exposición itinerante para llevar a
diferentes lugares, así como algún tipo de material audiovisual para
tener un fondo documental», añade. Para su elaboración se ha acudido a
«archivos históricos, bibliotecas y fondos documentales de diversas
entidades».
Opresión institucionalizada
Considera que uno de los aciertos de la obra es no haberse centrado en exclusiva «en
la represión política, que es la que más llama la atención, sobre todo
las más vinculadas con el movimiento obrero y la enseñanza, en
particular maestras republicanas, mujeres vinculadas a huelgas mineras
y, en el tardofranquismo, las vinculadas a la lucha feminista».
Cree
que, asimismo, «era muy importante situar esa represión de género hacia
las mujeres, por el hecho de serlo, que a veces queda oculta». En este
contexto «la Iglesia católica jugó un papel a la hora de situar a la
mujer en un papel doméstico y sumiso, en la línea que la sección
femenina u otras entidades del franquismo defendían».
Persecución política
Uno
de los aspectos más aterradores de la obra tiene que ver con el relato
de la vida de las mujeres que se vieron encerradas durante la Guerra
Civil y los años posteriores en «campos de concentración como el de
Figueres», donde eran habituales el acoso sexual y prácticas
como «raparle el pelo a las mujeres, una forma de humillación social,
represión y visualización pública con la que se pretendía, humillar y
estigmatizar a esa persona que no encajaba en el canon oficial».
«Muchas
mujeres pasaron por ese campo y en muchos casos sus familias no lo
supieron hasta mucho más tarde», resalta. Se dieron muchos casos de
«hijos y nietos que no sabían que su madre o abuela había estado en un
campo, porque había colaborado con el socorro internacional, por sus
militancias políticas o afinidades con la república». Considera que «en
algunos casos esa represión en silencio, sobre todo la que tenía un
cariz político han tenido algún reconocimiento, aunque sea tardío, pero
muchas otras nunca han podido conseguirlo»
En la obra «hay referenciadas 440 mujeres
con condenas y medio millar ejecutadas. Hay por ejemplo varios nombres
asociados a la fosa común de Oviedo, a las guerrilleras huídas y
asesinadas por la represión franquista», sobre todo en los años «más duros, del 39 al 52».
Uno de los casos más conocidos que se tocan en el libro es el de Rosalía Zapico asesinada en El Cadavíu «cuando iba a dar de comer a su hermano Ramón», guerrillero al que se dio muerte en el barrio gijonés de La Camocha en 1953. No obstante, sus páginas están llenas de «muchas mujeres de las que solo se tiene un nombre y un apellido». Es por eso que otro de los objetivos a futuro de FAMYR es «avanzar hacia homenajes más completos y poner en valor la biografía de estas personas en fosas comunes».