De Asturias a Cuelgamuros, a golpe de boletín

28/10/2019 por

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Traslado de restos de Sueras y Alcora (Valencia) al Valle de los Caídos. Año 1958. :: E. C./
Traslado de restos de Sueras y Alcora (Valencia) al Valle de los Caídos. Año 1958. :: E. C.

Solo 1.172 de los cerca de dos mil cuerpos trasladados de Asturias al Valle de los Caídos han sido identificados | Los restos reposan en osarios que no se construyeron, en un origen, con afán «reconciliatorio»

ARANTZA MARGOLLESGIJÓN. Domingo, 27 octubre 2019, 02:38

Nadie quería enterrarse en Cuelgamuros. Menos de veinte años después de aprobarse la construcción del enorme mausoleo a los caídos de un solo bando en plena sierra de Guadarrama, con las paredes de la basílica aún frescas y jóvenes y recién reinhumado allí Primo de Rivera -durante veinte años, los restos del fundador de Falange, fusilado en el 36, reposaron en un monasterio agustino-, nadie, o al menos muy poca gente, quiso llevar a sus muertos allí. Hoy, más de treinta y tres mil personas yacen en los osarios de la basílica, lejos de la privilegiada sepultura de José Antonio pero cerca, a la vez. ¿Cómo se consiguió semejante hazaña en apenas unos años? La respuesta es fácil: a golpe de boletín oficial… y de connivencia de los munícipes.

Una «reconciliación» tardía

No siempre el Valle de los Caídos fue pensado como un monumento a la reconciliación nacional. EL COMERCIO, 4 de abril de 1940. En Gijón los vencedores encontraban refugio simbólico para sus actos de homenaje en el cuartel del Simancas, aún en ruinas, una de las primeras visitas de Franco tras ganar la guerra. El proyecto de Cuelgamuros se acaba de aprobar y aquí la asimilación es al Simancas, contraria al bando perdedor. «Vienen dándose estos días informaciones sobre lo que significa la idea de consagrar a los Caídos de nuestra cruzada una basílica y un monasterio, bajo los brazos de una gran cruz y puesto todo ello tras la guarda material y simbólica, o de homenaje y respeto, de un cuartel de Juventudes», leemos. «Se habla también del cementerio, donde se guardarán los restos de muchos de los caídos, y todo ello nos hace pensar que será esto como a modo de un Escorial de nuestra Cruzada y que allí, por los caminos de peregrinos, llegarán quienes quieran saturarse del profundo espíritu religioso que inspiró e informó los actos y el sacrificio de los que luchando contra los enemigos de la Religión y de España o mártires de esas creencias por ellas sucumbieron.» Redundando, y de aquellos lodos este prior, «tiene que estar bajo la guarda de una orden religiosa (…) para dar con el fervor de sus almas custodia a quienes rindieron sus vidas en holocausto por Dios y por España».

No se habló de reconciliación ni la hubo en la construcción, prolongada durante casi dos décadas, de un coloso que se quedó viejo en 1953, antes de nacer. La obra de mano esclava, rebatida ahora por los revisionistas pero innegable no solo para la historiografía solvente ni, incluso, para supervivientes de la construcción como Nicolás Sánchez-Albornoz, fue una realidad incómoda en el escenario de los «agreements» de Madrid de aquel año, cuando acordamos recibir a míster Marshall. Seis años más tarde, en la inauguración del Valle, Franco siguió hablando de una «anti España vencida y derrotada», pero solo eran los últimos coletazos de la posguerra. La amistad americana pasaba por una democratización, aunque fuera de cara a la galería, de España. Y fue ahí, recién llegado José Antonio a Cuelgamuros, cuando la historia cambió de tono.

A golpe de boletín

4 de junio de 1958. En el Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo (BOPO) se reclaman los cuerpos de los caídos de la guerra, «sin distinción del campo en que combatieron, «de nacionalidad española y de religión católica» cuyos parientes quieran hacer que reposen en Cuelgamuros. El gigantismo arquitectónico propio de los años 40 exigía que fueran miles para llenar los osarios, pero escasas familias desearon el traslado de los restos de los suyos. Hoy en día, tan solo la mitad de las más de treinta mil personas sepultadas en el Valle están identificadas en diecinueve archivos custodiados por el ya famoso Santiago Cantera, y los papeles, se busque por donde se busque, callan. ¿Todos? No. Hay otro BOPO, el del 14 de abril de 1960, por el que se elimina la gratuidad de los enterramientos en cementerios municipales, salvo que los restos sean trasladados a Cuelgamuros. El mausoleo de Guadarrama constituía, en palabras de aquel boletín ya menos amistoso, «el lugar más adecuado para el definitivo reposo de los restos de los Héroes y Mártires de la Cruzada». Y eso incluía los cuerpos enterrados en las fosas comunes de muchos camposantos. En Asturias, solo contando los identificados, hubo unos mil doscientos. Y sus familiares jamás fueron notificados del traslado.

El caso asturiano

Que haya quedado por escrito, sabemos que entre marzo y septiembre de 1959 fueron trasladados a Cuelgamuros cerca de dos mil cadáveres inhumados en suelo asturiano. Son datos de la Universidad de Oviedo. Procedían de cementerios con elevado número de combatientes, como el de Grado o el de San Pedro de los Arcos; también de los municipales de Salas, Peñamellera Alta, Llanes, Valdés, Gijón o Tineo. En los listados que ofrece a día de hoy la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), obtenidos de los libros de registro, que van de marzo de 1959 a julio de 1983, el primer cuerpo procedente de Asturias, de más de mil, es Abel Boada Fernández, de San Pedro de los Arcos. El último, el de Virgilio Seoane, de Grado. Muchos siguen siendo anónimos. No pocos seguirán siéndolo, olvidados por el paso del tiempo y la oscuridad de un traslado que no ha tenido, cuarenta y cuatro años después de su deceso, quien se arrogó el control del estado surgido de las muertes de aquellos que jamás eligieron reposar en Cuelgamuros.

https://www.elcomercio.es/politica/asturias-cuelgamuros-golpe-boletin-20191027013219-ntvo.html

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