Esta es la historia del último superviviente del campo de concentración de Buchenwald

07/05/2018 por

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La Voz de Asturias, 30/04/2018 | 3 mayo 2018

Vicente García, sierense afincado en Francia, pasó de huir del franquismo a formar parte de la resistencia contra los nazis

 

NATASHA MARTÍN

Vicente García (Pola de Siero, 1925) habla con los ánimos de un joven aunque ya haya alcanzado los 93 años. Este sierense afincado en Trélissac (Francia) sobrevivió al calvario de ser republicano en una España franquista. Con apenas catorce años huyó de Asturias para ser libre y el tiempo le hizo caer en un campo de concentración nazi por formar parte de la resistencia. En Francia, es considerado un héroe con múltiples medallas que sigue luchando por transmitir su testimonio a los jóvenes para dejar patente la lacra del fascismo. En España, un desconocido al que Franco le arrebató la nacionalidad (que nadie le ha devuelto aún) y a su padre y a su hermano, asesinados durante la guerra y enterrados en fosas comunes, como tantos otros represaliados.

«Mis recuerdos de Asturias son de la guerra, de esa época terrible en la que se mataba a gente sin razón», sostiene. En septiembre de 1937 se montó en un barco que salía de Gijón con rumbo a Francia para, de ahí, trasladarse hasta Cataluña, aún bajo el dominio republicano. «Nos llevaron hasta Barcelona y nos fuimos ubicando en los diferentes pueblos hasta el término de la guerra». Se habían convertido en refugiados en un tiempo donde no había para comer, «y aún así los habitantes del lugar nos daban de su propio pan», afirma. La noche del 26 de enero de 1939, cuando las tropas franquistas tomaron Barcelona, no quedó otra que huir hacia el único camino posible: Francia.

Y hasta el 2 de febrero no abrieron la frontera. Cuando llegó el momento hicieron una selección por género y habilidades para distribuirlos entre los diferentes campos de refugiados, pero ahí no había nada, solo el mar y la playa, ni siquiera barracones. «Trabajábamos gratis en el campo para los payeses y estos pagaban al ejército francés. Si necesitaban a 50 refugiados para alguna labor allí nos llevaban. No teníamos derecho a nada más que a comer y a callar. Las pasamos muy putas», afirma con contundencia.

Cuando Francia cayó ante los nazis había llegado 1940. Los alemanes invadieron el país y todos los españoles se convirtieron en el blanco. «Los alemanes no nos podían tragar, nos buscaban para matarnos a todos. Porque todos éramos rojos, no había distinciones. Si eras español, eras rojo, y los rojos no éramos amigos de los alemanes», sostiene. Como método de lucha, muchos de los refugiados se unieron a la legión para luchar contra el nazismo en primera línea de fuego, otros se quedaron y formaron la resistencia. Y allí estaba Vicente. «Yo caí en un grupo lleno de personas inteligentes. El único pobre imbécil que había era yo», comenta divertido. Le seleccionaron para transmitir los partes de guerra. «Me convertí en espía», afirma. Estuvo dos años trabajando como enlace, «pasaba información sobre los movimientos de las tropas alemanas», cuenta. Pero, como era de esperar, mientras espiaba era espiado. El 22 de diciembre de 1943 la Gestapo le esperaba en la puerta de casa. Ahí empezó su gran calvario. Vicente pasó unos días en el penal de Bergerac antes de ser enviado a la cárcel de Limoges. «Me metieron unas cuantas palizas y cuando se cansaron de darme palos me subieron a un tren, mejor dicho, a un vagón de animales junto a un montón de gente, y nos llevaron dirección a Buchenwald», mantiene. Tenía 19 años.

Nadie sabía qué habría en ese destino y la incertidumbre se acrecentó cuando se bajaron del tren y vieron «un edificio magnífico, una fachada realmente bonita», describe. Cuando abrieron las puertas la desilusión fue demoledora. «Veíamos esa gran plaza llena de muertos vivos, de personas que no tienen más que pellejo y huesos, que no se pueden tener en pie. Se nos cayó el alma a los pies», relata.

Buchenwald fue uno de los mayores campos de concentración en territorio alemán. A su sordidez llegaron para sufrir 250.000 personas. El número de víctimas de enfermedades, desnutrición, trabajos forzados, tortura, experimentos médicos y fusilamientos se estima en 56.000.De personas a números Incripción, control, corte de pelo, trajes a rayas. Fuera la persona, bienvenido el número. Todo estaba perfectamente organizado para convertirlos en prisioneros del campo de exterminio. Vicente tuvo la suerte -si existe de eso en tales circunstancias- de ser designado para las labores de cocina, donde podía comer algo más que otros compañeros con tareas más duras. Permaneció ahí quince interminables meses en los que, de tanto ver carros repletos de muertos, solo pensaba que el siguiente en caer sería él. A finales de abril de 1945 fueron liberados. Para entonces los guardianes del campo, atemorizados por la caída del nazismo, ya habían huido. Sin embargo, no fue un día de dicha plena. Mientras que todas las naciones habían enviado a sus tropas en busca de su gente, los españoles se toparon con la nada. «El día de la liberación nadie nos quería», sostiene. «Por el decreto de Franco no teníamos la nacionalidad. España no hizo nada por salvarnos, total, hasta entonces había hecho todo lo posible por enterrarnos». Fueron las tropas americanas las que se encargaron de reubicar a los españoles en Francia. Por fortuna, Vicente pudo reencontrarse con su madre y desde hace 50 años vive en Trélissac.  Con el paso del tiempo ha regresado a España varias veces con un único objetivo: «Le prometí a mi madre que volvería para buscar los restos de mi padre y mi hermano, que habían sido asesinados durante la guerra». Los restos de su padre los encontraron en una fosa común en Oviedo. Había sido fusilado el 8 de marzo de 1937. «A mi hermano, que tenía 17 años, nunca llegamos a encontrarlo. Todos mis viajes han sido para eso pero todavía no hemos dado con el sitio exacto», afirma.

Para honrar la memoria de su hermano quiso colocar una placa en el cementerio de Noreña. Para lo cual había que pedir autorización al obispo. «Yo no podía tragar a la gente de la Iglesia porque vendieron los fusiles para matar a las personas», cuenta. Pese a todo, lo hizo, y tardaron nueve meses en negarle la petición. Aconsejado por el alcalde del concejo, dejó la placa ahí «por si las cosas se solucionaban». No fue hasta 2015 cuando fue posible. Vicente se reunió entonces con los miembros de su familia española y francesa para su inauguraración. «Fue una ceremonia formidable», comenta. Descubrió la placa, leyó un discurso denunciando injusticias y se culminó con el himno de Riego. Después de tantos años de búsqueda, ahora parece que hay dos fosas comunes a la entrada del cementerio de Noreña y podría ser que su hermano estuviera en una de ellas. «Si puedo (la vejez se me cae encima) volveré a Asturias por él», cuenta esperazando. Un héroe en Francia, un desconocido en España

Desde su liberación y hasta el presente Vicente ha recorrido diferentes centros educativos franceses para ofrecer su testimonio a los jóvenes con el objetivo de que conozcan en primera persona lo que supone el horror del fascismo. Su esfuerzo se ve recompensado en la calle en la que vive desde hace hace décadas, que recientemente ha sido rebautizada como «Camino Vincent García», destacando su pasado como resistente y deportado, así como por ser «transmisor de memoria».

El ejército francés consideró todas las calamidades y enfermedades que sufrió en Alemania heridas de guerra. La medalla militar y la cruz de guerra, las dos con más rango del país, se unen a otros 106 reconocimiento que tiene en su casa. En cambio, en España es un gran desconocido. «Hace unos años me invitaron a la Universidad de Huesca para dar una charla a los alumnos y no saben nada. En España se ha negado la verdad. No han enseñado ni lo que se ha vivido en el propio país. Son tan inocentes», sostiene. Si la salud le da una tregua, pisará Oviedo el próximo mes de mayo para la presentación del libro que el escritor asturiano Xuan Santori ha escrito sobre su vida. El título, como no podría ser de otro modo, será 42.553, el número que durante un tiempo deleznable le arrebató el nombre.

https://www.lavozdeasturias.es/noticia/asturias/2018/04/24/historia-ultimo-espanol-superviviente-campo-concentracion-buchenwald/00031524573575260109517.htm

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