Otra puntualización sobre el Pozu Funeres

25/05/2017 por

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Una revisión sobre la historia de las personas arrojadas en este paraje lavianés, convertido en emblema de la lucha contra la represión franquista
ernesto burgos 23.05.2017 |

Hasta hace pocos años nadie se cuestionaba lo que había sucedido en el Pozu Funeres: veintidós personas de varios pueblos de Bimenes, Infiesto, Laviana y San Martín del Rey Aurelio fueron arrojados a su interior el 13 de abril de 1948 después de ser torturadas. Esta versión se dio por buena porque la habían contado dos socialistas de prestigio huidos a Francia en octubre de aquel año: José Mata Castro, el famoso «comandante Mata», y Luis García Martínez «el del Cantu», a pesar de que ya sabían que la cifra era mucho menor. Sin embargo, dado el prestigio de los informantes, todos la aceptamos. Incluyéndome, porque en 2006 escribí una de estas historias contando las leyendas medievales sobre este lugar siniestro y recogí estos mismos datos sin dudarlo.

Posteriormente, tras una revisión de aquellos hechos, José Ramón Gómez Fouz, redujo la cifra de inmolados de veintidós a nueve y, finalmente, el historiador y compañero de oficio Ramón García Piñeiro siguió la pista de cada nombre para llegar a la conclusión de que ésta era la cifra real y que el motivo de su muerte no fue su ideología socialista, sino sus vínculos con la guerrilla comunista. Ésta fue la tesis expuesta en el libro «Los luchadores del ocaso: represión, guerrilla y violencia política en la Asturias de posguerra (1937-1952)», que se resumió en un buen artículo publicado en octubre de 2015 por la revista «Atlántica XXII» con el título «Pozu Funeres, la revisión de un mito».

Según Piñeiro, los crímenes obedecieron a un plan que tenía el objetivo de acabar con los fugados comunistas que operaban en la zona, deteniendo e interrogando a sus enlaces para llegar de esta forma hasta los hombres armados, en una serie de operaciones que se desarrollaron entre marzo y abril de 1948. Las víctimas de esta decisión fueron los lavianeses Erasmo Alonso Martínez, Fernando Carrio Martínez, Ceferino González Concheso, Fermín Concheso Alonso y Antonio González García, «el de la Ferrera»; todos comunistas, excepto el último, que según quienes lo conocían, siempre había sido ajeno a la política, pero ayudaba a los del monte.

También fueron arrojados al pozo Ramón Rodríguez Argüelles y tres vecinos de San Martín del Rey Aurelio: Jesús García Iglesias, Enrique Suárez Fernández y Silvino Díaz Menéndez, que efectivamente sí habían sido destacados militantes socialistas, pero según el redactor material del informe sobre la matanza, no fueron detenidos y asesinados por esta razón, sino porque mantenían contactos con los comunistas que resistían en la zona.

Ramón García Piñeiro trabaja siempre con un método riguroso que asegura la fiabilidad de sus conclusiones, por lo que debemos aceptar su opinión en el sentido de que el PSOE hizo propia esta tragedia, que llegó a tener cierta difusión en otros países y nunca quiso profundizar en las dudas que planteaba, celebrando todos los años en el lugar un homenaje a las víctimas, que se ha convertido en uno de los actos políticos más señalados de la Montaña Central.

De cualquier manera, es seguro que desde hace mucho tiempo, el pozu ha sido elegido en multitud de ocasiones como depósito funerario, tanto de animales muertos como de hombres y mujeres asesinados por los verdugos de turno; hasta el punto de que las antiguas leyendas se ocuparon de él como refugio de penas y albergue de maldades.

Ya les he dicho más arriba que en su momento dediqué otra de estas historias a recoger alguna de estas consejas, pero hace ya tanto tiempo que deben perdonarme si les recuerdo ahora una, elegida entre las que tienen como protagonista al Conde de Tiraña, todopoderoso en la zona y famoso por sus maldades; porque está entre las más curiosas que se contaron nunca en la Montaña Central.

Según narraban los antiguos, una de las vacas del tirano cayó accidentalmente a la fosa -algo que seguramente también debió ser frecuente en todas las épocas-, aunque en este caso la res era la mejor de su cabaña y por ello lucía un collarón de plata y un cencerro de oro; de modo que el cruel señor mandó a sus criados bajar a la sima para rescatar aquellos valiosos adornos. Así lo hizo el más valiente, pero cuando llegó hasta el fondo y vio lo que allí se escondía, no quiso volver a la superficie, sacrificando su vida a cambio de la de sus vecinos, y les gritó que lo dejasen allí porque si regresaba subirían con él tantas maldades que acabarían emponzoñando el mundo entero.

Terrible. Pero volviendo al siglo XX, ahora tenemos que añadir un dato más a la siniestra historia del pozu Funeres. Por sus circunstancias, comprenderán que es imposible seguir la pista en los archivos, pero todo indica que se trata de una historia real, que hemos encontrado, como tantas veces sucede, donde menos lo esperábamos. Se lo explico a continuación.

El jueves 11 de mayo se celebró en Mieres un merecido homenaje a Constantino Alonso González, histórico luchador antifranquista, protagonista de la huelga del 62, figura destacada del movimiento de pensionistas en la transición y hombre bueno donde los hubiese.

«Tinín», había nacido en la aldea de El Escobal, en Turón en 1922, el mismo año en que el partido comunista se organizaba en el valle y dedicó su vida a defender esta idea. Fue un ejemplo de la cara más noble y pura de lo que significa ser comunista y a la vez le tocó conocer la cruz de la misma moneda, como quedó en evidencia en este acto público gracias a los testimonios de conocidos y camaradas que pusieron las cosas en su sitio y limpiaron su nombre para siempre.

Afortunadamente, el testimonio de «Tinín» ya había sido recogido a lo largo del año 2003 en el Archivo de Fuentes Orales para la Historia Social de Asturias por la historiadora Nuria Vila: más de 20 horas de entrevista grabadas en un ambiente distendido en el domicilio del propio entrevistado.

El resultado fue doblemente satisfactorio. Por una parte la profunda amistad que se forjó entre la entrevistadora y Constantino, mantenida hasta los últimos días de éste, y por otro un trabajo bien hecho que recogió su historia de vida junto a informaciones sobre el pasado de Turón, el movimiento obrero y comunista en Asturias, y también algunas anécdotas que ahora adquieren el valor de fuente documental, tanto para los historiadores del momento como para los que seguirán estos estudios en las generaciones venideras.

Entre estos comentarios curiosos, figura la que ahora nos interesa. La contó hablando de aquellos moros que formaban parte de la red represiva de la posguerra y sembraban el terror aprovechando que tenían carta blanca para robar y cometer toda clase de desmanes sin que nadie los castigase. Elegidos para esta labor por su falta de escrúpulos, su barbarie y su ignorancia, que les llevaba a arrancar las barras doradas de las cocinas de carbón para llevárselas creyendo que eran de oro.

«Tinín» le comentó a Nuria Vila que poco antes de aquel 2003 se había encontrado con un conocido, quien le presentó a otro compañero de trabajo, y que este al saber quién era le relató como su familia había arrojado a dos de aquellos moros al pozu Funeres.

El hecho ocurrió en un pueblo de Laviana: atardecía y una tía carnal del narrador, sordomuda, estaba asomada a la ventana de su casa cuando vio que los dos marroquíes se acercaban al gallinero con la intención de robarle las gallinas, como ya habían hecho otras veces. Entonces la mujer salió por la puerta trasera con una fesoria y aprovechando que estaban agachados en plena rapiña, los mató de sendos golpes en la cabeza.

Más tarde, llegaron los hombres de la casa y al ver los cadáveres, decidieron deshacerse rápidamente de ellos, de modo que hacia las dos de la mañana cogieron unas caballerías y escondieron a los cuerpos bajo cargas de hierba llevándolas por aquellos montes hasta el pozu Funeres. Allí los tiraron, y de esta forma cuando los policías mandados por un teniente pasaron por la zona investigando el caso no pudieron conocer lo que había pasado. «Tinín» incluyó en su relato una nota personal de humor negro, que tampoco me resisto a contarles. Ocurrió poco tiempo después de haber escuchado esta historia, cuando asistía al acto anual de los socialistas y fue testigo de una macabra casualidad. Entre las intervenciones de los políticos escuchó decir al alcalde de Laviana en su discurso una frase con la quería realzar la importancia que adquiere para la izquierda esta fosa común: «igual que los moros van a La Meca, nosotros venimos aquí». Parece que el destino a veces quiere jugar con nosotros.
http://www.lne.es/cuencas/2017/05/23/puntualizacion-pozu-funeres/2109090.html

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