Refugiadas de dos guerras

18/10/2015 por

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Refugiadas de dos guerras

Araceli y Líber, españolas enviadas a la Unión Soviética al estallar la Guerra Civil, contaron sus vidas junto a la moscovita Sura a estudiantes del Neira Vilas y en una conferencia en A Fábrica

m. villar | oleiros 16.10.2015 | 01:10

De izquierda a derecha: Alejandra ´Sura´ Marcova; Araceli Ruiz y Libertad Fernández, ayer con los estudiantes del instituto Neira Vilas de Perillo.

De izquierda a derecha: Alejandra ´Sura´ Marcova; Araceli Ruiz y Libertad Fernández, ayer con los estudiantes del instituto Neira Vilas de Perillo. 13fotos

Embarcada con 13 años en un carbonero rumbo a la Unión Soviética para refugiarse de la guerra civil española; una vida en Leningrado y en Odesa; la marcha por los mares Negro y Caspio huyendo de la Segunda Guerra Mundial; atravesar el desierto hasta Samarkanda en Uzbekistán para vivir cuatro años y trabajar en los campos de algodón; el regreso a Moscú y la marcha a Cuba en plena revolución; conocer a Fidel Castro y trabajar con el Ché Guevara; y allí, en la isla, treinta años después, ver a los padres, de los que ya no recuerda la cara y que se partieron en dos al enviarla a 4.000 kilómetros para salvarla.

Con 91 años la palentina Araceli Ruiz relató ayer su extraordinaria vida ante alumnos de segundo de ESO a primero de bachillerato del instituto Xosé Neira Vilas de Perillo, en una actividad coordinada por la profesora Carmen García Rodeja. Junto a ella contó su historia otra niña de la guerra refugiada en la Unión Soviética, la asturiana Libertad Fernández. También contó su visión Alejandra Marcova, Sura, una moscovita que se casó con un asturiano y que hoy vive en Gijón.

Las tres hablaron también horas después en el centro cultural de A Fábrica, en un acto abierto, organizado por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.

Sus relatos en el salón de actos del instituto hicieron saltar las lágrimas a algunos de los alumnos, adolescentes que apenas han iniciado la historia de su vida y que conocieron de primera mano en un momento en el conocen por los medios de comunicación otras guerras y otros refugiados, como los sirios. Todos quisieron hacerse fotografías con ellas, y la más curiosa fue con uno de los estudiantes, por su nombre de pila: José Stalin.

«Los refugiados de guerra, aunque no tengan papeles, hay que acogerlos a todos. Lo que están haciendo con los sirios es una barbaridad. España es un país emigrante de toda la vida. Y cuando fue la Guerra Civil, miles de niños fueron acogidos en la Unión Soviética, en México, en Francia, en Holanda, Bélgica…», cuenta Líber poco antes de empezar el acto, mientras asiente Araceli, que poco antes ha recordado a su madre, «tan inteligente, y muy buena modista».

«Son maravillosas», dice Laura; «son muy majas», añade Sandra, dos estudiantes del Neira Vilas que han colaborado desinteresadamente en la organización del evento. «Por ayudar a la profe, que es nuestra tutora». Otros dos alumnos hicieron la presentación, en la que también se proyectaron fotografías y un fragmento del documental Los niños de Rusia de Jaime Camino. Estos son algunos de los recuerdos que compartieron Araceli, Líber y Sura en su visita a Oleiros.

EAraceli Ruiz. Fue enviada junto a sus hermanas Águeda, Conchita y Angelines a la Unión Soviética, que les recibió con las manos abiertas, les alimentaron y les educaron. Fueron repartidos en distintas casas. «Eran de cuatro pisos. Abajo estaba el comedor, en el segundo estaba la escuela, en el tercero las habitaciones de los niños y en el cuarto la de las niñas». Araceli hizo un curso de peritaje como técnico de construcción de puentes y carreteras y trabajó en la ampliación de la autopista de Moscú a Minsk. Luego se graduó en Economía y cuando estalló la revolución cubana los enviaron a ella y a su marido a la isla como traductores. En Cuba conoció a Ché Guevara. «Hablando con él se enteró de mi vida, que llevaba treinta años sin ver a mis padres, y él arregló todo para que pudiesen ir a Cuba. No os podéis imaginar qué fue ver a mis padres, se me habían olvidado sus perfiles. El Ché era una persona extraordinaria, inteligente, comprensivo… y guapísimo como hombre. Lo recuerdo como un dios», señala esta mujer vivaz que mostró el título que le dieron por sobrevolar el Polo Norte al volver a Moscú, donde trabajó en la radio estatal. Vivió cuarenta años en el país y regresó de forma definitiva a España, a Gijón, en 1980. «Ahora estoy por aquí dando charlas para que la juventud conozca la vida de los españoles durante cuarenta años de represión».

ELibertad Fernández. Esta asturiana dejó España, con diez años, junto a sus hermanos. Recordó cómo no les gustaba la comida rusa y añoraban la fabada y las lentejas y lo duro de aprender ruso. Al estar la guerra se refugiaron en otra región, en una casa sin luz, casi sin comida y con muchísimo frío y viendo los bombardeos. Tras regresar a Moscú, también se graduó en Económicas en la Universidad y trabajó para el Estado. Líber vivió 25 años en Rusia. En el 62 se fue a Cuba, donde se casó y trabajó. Residió 36 años en la isla. Al jubilarse y fallecer su esposo, regresó a Gijón.

ESura Marcova. «Conocí a muchos niños españoles de la guerra, entre ellos a mi marido Manolo, en un hospital para tuberculosos. Él era presidente del centro español de Moscú. Conocimos a Dolores Ibárruri, a Teresa León y a su marido Rafael Alberti». Sura trabajó como ingeniera científica en aeronáutica. Su marido no encontró trabajo en España y en el 91 regresaron a Moscú, donde murió él. Ella regresó con su hija a Gijón. «Mi nieta estudió Biología, no encontró trabajo aquí, pero le salió uno en Moscú y vive allí». Sura no recibe pensión de Rusia y vive en una residencia.

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