De Avilés a Mauthausen

17/08/2015 por

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De Avilés a Mauthausen

Foto de la liberación del campo de Mauthausen, Austria, el 5 de mayo de 1945. Los españoles prisioneros, entre los que se encontraban los avilesinos Manuel Ángel y Galo Ramos, recibieron a los aliados con la pancarta que decía en castellano, 'Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras'.

Foto de la liberación del campo de Mauthausen, Austria, el 5 de mayo de 1945. Los españoles prisioneros, entre los que se encontraban los avilesinos Manuel Ángel y Galo Ramos, recibieron a los aliados con la pancarta que decía en castellano, ‘Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras’.
Foto de la liberación del campo de Mauthausen, Austria, el 5 de mayo de 1945. Los españoles prisioneros, entre los que se encontraban los avilesinos Manuel Ángel y Galo Ramos, recibieron a los aliados con la pancarta que decía en castellano, ‘Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras’. / LVA

Entre el casi millar de civiles españoles deportados en aquel tren que salió de Francia había una familia avilesina

ISMAEL JUÁREZ

16 agosto 2015

Mucho se ha escrito sobre la guerra civil, sus causas, desarrollo y consecuencias y, sin embargo, no ha sido hasta hace tanto que en nuestro país ha empezado a ponerse de manifiesto la historia de miles de españoles que cruzaron la frontera francesa para huir de la contienda, primero, y más tarde de la victoria franquista.

La dictadura consiguió difuminar durante muchos años la memoria de decenas de miles de españoles hacinados en campos de refugiados en el sur de Francia, de la lucha de muchos de ellos junto a los aliados contra el horror nazi e incluso del asesinato de miles de republicanos en campos de exterminio y de concentración con el conocimiento y consentimiento del régimen franquista. Incluso, ahora, dentro de un sistema democrático como el actual, aún hay ocasiones en que es sujeto de polémica la confusión entre la amnistía y la amnesia, entre el perdón y el olvido.

En la noche del 8 de septiembre de 1937, partía de la dársena de San Juan un pequeño mercante de nacionalidad británica que unas horas antes había llegado a Avilés con un cargamento de patatas. Esta embarcación, sin embargo, llevaba ahora en sus bodegas decenas de civiles asturianos que huían ante el contundente avance de las tropas franquistas sobre la comarca. La gran mayoría de las personas que viajaban en aquel barco eran ancianos, niños y mujeres. Entre ellos estaba los miembros de la familia Ramos, del barrio de Sabugo.

«En aquel barco íbamos mi madre, mis cuatro hermanos, mis abuelos y mis tíos», recuerda María Luisa Ramos Barril que en aquel entonces contaba con nueve años. «Fuimos en ese barco hasta Burdeos y allí cogimos un tren hasta Cataluña».

La familia Ramos permaneció refugiada en Cataluña esperando acontecimientos durante más de un año hasta que poco antes de terminar la guerra, cuando ya se veía imparable el avance franquista, atravesaron a pie los Pirineos en dirección a Francia. Según los historiadores alrededor de medio millón de personas pudieron cruzar la frontera durante aquellos meses. Unas cifras que desbordaron a las autoridades francesas que se apresuraron a construir campos de refugiados para toda aquella gente que venía dejando atrás una guerra.

Pero lo cierto es que a los pocos meses estalló la Segunda Guerra Mundial y si la situación de aquellos miles de españoles era ya de por sí precaria y difícil, el nuevo conflicto europeo creó más inquietud, sobre todo cuando Francia se rindió a Alemania y los nazis tomaron el control de los campos de refugiados en los que sobrevivían los españoles.

«Para entonces mi familia se había separado. Mi abuelo y mis tíos habían conseguido huir a Chile. Mi hermano Galo, con solo quince años, había sido reclutado para construir líneas defensivas en el norte de Francia y esperábamos noticias de mi padre».

Al poco, su padre se reunió con ellos. También su hermano Galo, que había sobrevivido a la ofensiva e invasión alemana, consiguió reunirse con su familia en el campo de refugiados. Solo unos días más tarde, el 20 de agosto de 1940, la familia Ramos, junto a 920 españoles más, fue introducida por los alemanes en los vagones de carga de un tren sin conocer el destino de su viaje.

«Muchos pensaban que nos devolvían a España pero mi padre, que tenía una guía Michelín de aquel entonces, viendo por las ranuras del vagón el nombre de los pueblos, se dio cuenta de que íbamos hacia el norte», relata María Luisa que para aquel entonces contaba ya con trece años.

Aquellos vagones de madera y hierro tenían la capacidad de carga de cuatro caballos y en cada uno de ellos metieron a decenas de personas sin comida, sin agua, y donde la descripción de olores de excremento y vómito, junto con el miedo de todos ellos por no saber el destino a donde eran conducidos, hacen inenarrable un viaje que desgraciadamente sería el primero de muchos más llevando civiles, casi todos judíos, a lo largo de los siguientes cinco años.

El viaje duró cuatro días. El destino era el campo de concentración de Mauthausen. Un campo que teóricamente no era de exterminio pero en el que llegarían a morir alrededor de doscientas mil personas, la mayoría por agotamiento, hambre y falta de atención médica. Uno de los campos más emblemáticos de la barbarie nazi al que irían a parar 7.500 españoles a lo largo de la Segunda Guerra Mundial.

En cuanto el convoy llegó, las puertas se abrieron y sin tiempo para las despedidas los hombres fueron separados violentamente de sus familias. Allí quedaron el padre de María Luisa, Belarmino Ramos, y sus dos hermanos mayores, Manuel Ángel y Galo, de 17 y 16 años respectivamente.

El resto del tren fue devuelto a España, no sin antes hacer un viaje incompresible por media Alemania al tiempo que las autoridades nazis informaban a las franquistas del destino de los hombres y de un tren lleno de mujeres y niños sin un destino claro. No hubo respuesta. España se desentendió de ellos y los confinados españoles en Mauthausen llevarían desde entonces un triángulo azul en sus ropas que los identificaría como apátridas.

Belarmino Ramos nunca saldría de Mauthausen. Moriría ejecutado en terribles circunstancias. De los 927 que iban en el convoy, ingresaron en el campo 470 hombres. Tras la liberación solo habían sobrevivido 61. Entre ellos, los hermanos de María Luisa. El mayor, Manuel Ángel nunca más regresaría a España. Como la mayoría de los españoles que pasaron por campos de concentración se asentaría en Francia y no volvería nunca más a su país. Galo sí lo haría. Muchos años después regresaría a vivir a Avilés y, antes de morir, escribiría un libro sobre su experiencia en Mauthausen, ‘Sobrevivir al infierno’, con correcciones de Ángeles Caso e ilustraciones de Favila.

«Durante años nunca hablé de todo esto», nos cuenta María Luisa con emoción evidente. «Y ahora me entra tristeza porque fue tal el trauma de todo aquello que ni siquiera consigo recordar el momento en que se llevaron a mi padre y a mis hermanos. Me hubiera gustado hablar con mi madre sobre lo que pasó. Pero antes no se hablaba. Había miedo y mucho dolor». María Luisa dice esto mientras mira las fotografías de su familia antes de concluir: «Es importante recordar y hablar de estas cosas».

http://www.elcomercio.es/aviles/201508/16/aviles-mauthausen-20150816001844-v.html

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