La guerra de Asturias, 75 años oculta

27/03/2012 por

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La guerra de Asturias, 75 años oculta

LA NUEVA ESPAÑA publica por primera vez imágenes del conflicto que tomó «Chim» Seymour en la región en 1937, halladas en la «maleta mexicana» junto con fotos de Robert Capa y Gerda Taro

La guerra de Asturias, 75 años oculta

La guerra de Asturias, 75 años oculta

LUJÁN PALACIOS Un miliciano apostado en una casamata, con un fusil y granadas de mano como único armamento en el frente de Oviedo. Varias mujeres cargando carbón en el exterior de un pozo minero de Langreo mientras los hombres sufrían en las trincheras. Un grupo de combatientes tocando la trompeta, cubiertos con boina, en un momento de ocio. Un miliciano en madreñas. Dinamiteros en el frente de Oviedo. El café Manacor de Gijón con un cartel advirtiendo sobre la necesidad de ser prudentes en las conversaciones. Una cola de mujeres, niños y ancianos que esperan en la cola del racionamiento ante cartelera del teatro Dindurra. Niños repartiendo la prensa a los mineros que entran en la casa de baños tras finalizar su turno de trabajo. Eran las primeras semanas de 1937, España y Asturias estaban en guerra y la cámara de David «Chim» Seymour congeló todos estos instantes para la posteridad. Ahora, por primera vez después de mucho tiempo, ven la luz de nuevo en una publicación.

Las imágenes han llegado hasta nuestros días, después de haber estado perdidas durante muchos años para aparecer en 1995 en Ciudad de México, en tres cajas de cajas de cartón que contenían un tesoro: 126 rollos de negativos y casi 4.500 instantáneas tomadas en la contienda española por tres de los pioneros del fotoperiodismo y del reporterismo de guerra: los míticos Robert Capa, Gerda Taro y David Seymour. Los tres estuvieron en España, entre mayo de 1936 y la primavera de 1939, documentando la guerra. Es la llamada «maleta mexicana», que se abre por primera vez para mostrar a los asturianos imágenes inéditas de la Guerra Civil en la región. Nunca hasta ahora habían sido divulgadas desde su aparición, y para su publicación en LA NUEVA ESPAÑA ha sido necesario el permiso expreso del International Center of Photography de Nueva York, custodio de un material que ha generado una increíble expectación en todo el mundo.

No contiene la «maleta» la mítica imagen de Capa que documenta el instante de la muerte de un miliciano en Cerro Muriano (Córdoba) durante los combates del 5 de septiembre de 1936. A cambio, las cajas recuperadas guardaban en su interior las imágenes de Capa de edificios destruidos en Madrid, de las batallas de Teruel y del Segre y de la movilización para la defensa de Barcelona en enero de 1939, así como varios rollos de sus reportajes sobre los campos de refugiados españoles en Argelès-sur-Mer y Barcarès, en marzo de 1939.

De Gerda Taro, quien fuera su compañera sentimental, hay imágenes de la instrucción del nuevo Ejército Popular en Valencia, de Navacerrada y las últimas fotos que hizo al cubrir la batalla de Brunete, donde murió el 25 de julio de 1937. De «Chim» Seymour se han rescatado la imagen de una mujer amamantando a un bebé durante una reunión sobre la reforma agraria, en Extremadura en mayo de 1936, retratos de Dolores Ibárruri, la Pasionaria, reportajes sobre el País Vasco y más de 300 imágenes de Asturias. Héctor Blanco ha seleccionado un paquete de diez instantáneas, «las más representativas de lo que fue la guerra en la región». Y ahora, en primicia, pueden ser contempladas en papel de periódico.

Un retrato de la vida civil, las mujeres y los niños en contienda

Seleccionar el material para su publicación no ha sido tarea fácil. Sobre todo, porque «no es sencillo conocer el contenido de los rollos, y porque muchas imágenes precisan de retoques para su publicación», explica Héctor Blanco. Él ha sido la conexión asturiana de la «maleta mexicana», quien se ha puesto en contacto con el International Center of Photography de Nueva York y quien ha hecho posible que las fotos llegaran estas páginas. El estudioso gijonés lleva mucho tiempo detrás del material, y ha colaborado estrechamente con el organismo neoyorquino para identificar las imágenes que corresponden a Asturias. No en vano, Blanco es experto en la historia de la guerra civil, y fue el comisario de la exposición «Gijón bajo las bombas», celebrada el año pasado.

En la selección de imágenes que ahora se publican «podemos ver cómo se desarrollaba la vida cotidiana mientras en el frente se libraba la batalla», explica Héctor Blanco. A «Chim» Seymour le interesaron los dinamiteros, por la relevancia que alcanzaron durante la Revolución de Octubre de 1934. A ellos dedicó una serie de fotografías, así como a las mujeres que tuvieron que arrimar el hombro en tareas tradicionalmente masculinas. «Chim» las retrató cargando vagones de carbón, «aunque aparecen con vestidos de domingo, lo que indica que alguien las avisó de que iba a ir el fotógrafo». También destaca Héctor Blanco las instantáneas de los milicianos en las trincheras «con una pobre munición, un fusil y varias granadas».

A Seymour le interesó el devenir diario en la retaguardia, con los niños repartiendo la prensa entre los mineros a la entrada de los baños, o las mujeres y niños haciendo cola para el racionamiento ante el gijonés teatro Dindurra, que por entonces proyectaba «¿Quién me quiere a mí?», un drama sobre los efectos del divorcio en la infancia, mientras el drama real se desarrollaba en la calle. También retrató el fotógrafo el interior del café Manacor en Gijón, uno de los «mentideros» de la retaguardia que luce un cartel en el que no sólo se pide silencio, sino que también se reclama «precaución sobre la información que se da de los frentes y a quién se da», apunta Héctor Blanco.

La serie se completa con otra foto de trinchera, una impactante imagen de un miliciano con su equipamiento de invierno: unas madreñas como calzado, y uno de los momentos de ocio en el frente, con un grupo de hombres de boina tocando la trompeta. Música en el fragor de la batalla.

Todas estas fotos fueron tomadas entre enero y febrero de 1937, para ser publicadas en la revista «Régards». De Asturias hay once tiras de negativos con un total de 326 fotos, de las que 42 están tomadas en Gijón. Apareció en las páginas de la revista una docena de las instantáneas asturianas, y el resto son inéditas. Después, pasaron a la «maleta mexicana» y vivieron un viaje que aún hoy en día sigue siendo una incógnita.

El material gráfico que Robert Capa, Gerda Taro y «Chim» Seymour consiguieron en España pasó al estudio de Capa en París. Los tres fotógrafos, los tres judíos, se habían conocido precisamente en la capital francesa. Desde allí, emprendieron varios viajes juntos para cubrir la guerra en España. Sus fotos aparecieron publicadas en «Régards», «Ce Soir y Vu», y «Life», y es comúnmente aceptado que el conjunto de sus reportajes compone uno de los documentos visuales más importantes de la contienda española.

Se sabe que Capa permaneció en España de forma intermitente hasta 1939, y que ese mismo año, cuando los alemanes tomaron París en los primeros compases de la II Guerra Mundial, se vio obligado a huir a Nueva York para no ser hecho prisionero. Todos sus negativos se quedaron en su estudio parisino del número 37 de la rue Froidevaux, al cargo de su técnico de laboratorio Imre «Csiki» Weiss. Parece que fue él quien los puso a salvo llevándolos en bicicleta hasta Burdeos. Desde allí, pudieron haber pasado al Consulado chileno y posteriormente embarcados con destino a México. No se sabe cómo, la maleta llegó a manos del general Francisco Aguilar González, el embajador mexicano ante el Gobierno de Vichy entre 1941 y1942. En 1995 los negativos fueron descubiertos entre las pertenencias del general por el director de cine mexicano Benjamin Tarver, quien, después de mucho pensárselo, los cedió al International Center of Photography (ICP), donde permanecen junto al resto del archivo de Capa y Taro, y a una colección de «Chim».

Ninguno de los autores de las fotos sobrevivió para celebrar la reaparición de los negativos. Únicamente pudo disfrutarlos Cornell Capa, hermano de Robert y fundador del ICP, que llevaba mucho tiempo buscándolos. Ahora varias de las imágenes viajan por el mundo (Bilbao tiene abierta estos días una exposición con este material) y llegan por primera vez a un diario asturiano.

Los tres fotoperiodistas tuvieron un final trágico en el desarrollo de su trabajo. La primera en fallecer fue Gerda Taro, que dejó la vida arrollada por un tanque en Brunete en julio de 1937. Su compañero Robert Capa murió en 1954 al pisar una mina en Indochina.

David «Chim» Seymour, nacido en Varsovia (Polonia), fue asesinado en 1956 por un francotirador egipcio cuatro días antes del armisticio de Suez. Junto con Capa, fue uno de los fundadores de la agencia Magnum, y son famosas sus series de fotografías sobre los niños de la guerra.

En su paso por Asturias dejó impresa la huella de su preocupación por la vida civil, más allá de las trincheras. También es suya la imagen de unos niños jugando entre los escombros después de un bombardeo en la calle Jesús, en Gijón. El pequeño sonríe inocente al fotógrafo, ataviado con un casco y atareado en mover cascotes.

Héctor Blanco anda inmerso en el objetivo de identificar al protagonista de este instante suspendido en el tiempo, y ahora vivo para siempre tras el feliz hallazgo de una maleta que contenía parte de nuestra historia.

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