Una injusticia reparada

28/06/2010 por

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Una injusticia reparada

Tres nietas del médico colungués Francisco Pando, fusilado en Gijón en 1937 como su hijo Emilio, consiguen una declaración de reparación y reconocimiento para sus dos familiares.

28/06/2010 JAVIER G. CASO

Los nombres de Francisco Pando y de su hijo, en el monumento gijonés del Sucu.
Foto:DANIEL MORA

 

El franquismo fusiló a los abuelos y sumió en el miedo a viudas e hijos. Unas y otros optaron por el silencio ante el temor a nuevas represalias en plena dictadura. Muchos años después son los nietos los que echan la vista atrás para sacar del olvido y recuperar la memoria de sus mayores.

Así lo han hecho las hermanas Pilar, Ana María, y María José Pando Bonet. Tras más de un año de investigación, de recopilar información y documentación en multitud de lugares y archivos, han conseguido honrar la memoria de su abuelo paterno, Francisco Pando Rivero, y de su tío, Emilio Pando Fernández. Los dos fueron fusilados en Gijón el 5 de enero de 1938, tras un Consejo de Guerra. Sus restos fueron enterrados en la fosa común del cementerio gijonés del Sucu. Y sus nombres figuran entre los 1.934 incluídos en el monumento inaugurado en abril pasado.

72 años más tarde, estas tres hermanas, amparadas por la ley de Memoria Histórica, han conseguido que el Estado, en un documento firmado por el Ministro de Justicia, Francisco Caamaño, emita sendas declaraciones de reparación y reconocimiento personal para sus dos familiares. Justicia reconoce que tanto Francisco Pando Rivero, de 50 años, natural de Villaviciosa y médico titular del Ayuntamiento de Colunga, como su hijo Emilio, estudiante, y que tenía 21 años, sufrieron «persecución y violencia por razones políticas e ideológicas». Además de calificar de injustas sus sentencias de muerte, Justicia advierte que las dos fueron dictadas por el «ilegítimo» Consejo de Guerra Permanente celebrado en Gijón el 14 de diciembre de 1937.

 

MEMORIA FAMILIAR Y cómo lograron este reconocimiento? Las hermanas Pando explican que cuando conocieron la «trágica» historia de su familia en los años de la Guerra Civil Española, «apenas conocida por nosotras hasta hace menos de un año», se pusieron a trabajar para regalarle a su padre, que este año cumplió 90 años, una memoria familiar que recogiera todo lo que él y su familia padecieron durante aquella contienda.

«Enseguida pudimos comprobar y corroborar, mediante documentos, las tremendas injusticias que con ellos, como con miles de españoles de uno y otro bando, se habían cometido», afirmaron. La investigación les sirvió para dirigirse al Ministerio de Justicia y solicitar la reparación oficial de sus familiares. La obtuvieron 8 meses después. Hasta el pasado mes de marzo, Justicia recibió 1.064 solicitudes, que dieron lugar a 567 declaraciones de reparación y reconocimiento personal.

«Hoy la queremos hacer pública, al igual que se ha hecho con otros represaliados famosos, porque creemos que es justo que todos tengan el mismo derecho». Aseguran que su objetivo, al escribir esta historia, «no ha sido ni el de remover el pasado, ni el revanchismo, ni el afán de arremeter contra nadie, sino que sus hijos, nietos, bisnietos y demás generaciones aprendan que la intolerancia, el fanatismo y las guerras sólo conllevan desgracias».

 

EMOCIONES Y SORPRESAS Afirman que han sido unos meses de trabajo intenso, de emociones, sorpresas e impresiones fuertes. Pero creen que ha valido la pena. Han conseguido recopilar los hechos que configuran una parte de la historia de su padre: Una historia triste, ligada a una guerra, a muchas mentiras, odios, traiciones e injusticias, una más de las miles que vivieron aquellos años muchos españoles.

A la vez recuperaron la historia de su abuelo, una vida ligada a su profesión y a sus ideas, primero como médico titular del Ayuntamiento de Colunga desde febrero de 1914 hasta 1936. Desde agosto de ese año ejerció como director de los hospitales de infecciosos y de sangre que organizó en Covadonga. Ambos se habilitaron en el Hotel Pelayo y el Hostal Favila. Francisco Pando fue después Jefe de Sanidad en la zona de Mieres y director del hospital número 42 de Gijón.

Aseguran que su abuelo «fue fiel a sus ideas republicanas y a sus amigos». Tras afirmar que que «rechazó y condenó los actos violentos que presenció en aquella triste guerra», destacan que su profesión y sus ideas «siempre estuvieron al servicio de su partido, Izquierda Republicana, de sus convecinos colungueses, de los enfermos, refugiados y heridos de guerra».

Pando Rivero fue apresado el 20 de octubre de 1937, cuando intentaba marchar hacia Francia a bordo del buque Montseny acompañado de otros dos de sus hijos, Antonio y Adolfo de 16 y 14 años. El primero es el padre de las hermanas Pando Bonet. «Nuestro tío Emilio fue capturado después y corrió la misma suerte que su padre: ambos fueron fusilados. Nuestro abuelo, por sus ideas; nuestro tío, por ser hijo de su padre».

La memoria familiar también recoge lo sucedió al padre de las hermanas Pando y a otro tío: «Los llevaron al campo de concentración de Muros y luego a Camposancos, en Pontevedra. Nunca supieron por qué». Su abuela y otros 4 tíos, huyeron a Francia. Tras tanto sufrir y 73 años después, los descendientes de Francisco Pando están felices. Han podido dar a conocer el reconocimiento que España, de la mano de la ley de Memoria Histórica, brinda a quienes padecieron las injusticias de la Guerra Civil y la dictadura.

http://www.lavozdeasturias.es/noticias/noticia.asp?pkid=560494

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