Otones y sus furibundos ataques

31/03/2010 por

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmail

Otones y sus furibundos ataques

La verdad de los socialistas, las huelgas mineras de 1962 y la represión

AVELINO PÉREZ FERNÁNDEZ El pasado 24 de marzo, miércoles, la Unión General de Trabajadores de Asturias, en uso de su soberanía, organizó una conferencia pública sobre social-democracia y capitalismo actual en Gijón. Previamente a esto, invita a una comida-encuentro fraternal a algunos ya viejos militantes que protagonizaron el relevo y cambio generacional con aquellos otros que contra su voluntad participaron y sufrieron las consecuencias de la nefasta Guerra Civil. En este encuentro, como es lógico en un Estado de derecho, los medios de comunicación hacen su trabajo y la cuestión de poner títulos y denominaciones, como precursores, es de su exclusiva competencia. A mí, como ex secretario general de la UGT de Asturias, me pidieron opinión sobre las huelgas obreras de 1962. Me remito a mi breve intervención en directo para la TPA.

«Antes de dichas huelgas, años 57-58, hubo encierros en minas y fábricas y en el 62, que no fue sólo en la minería, se produce un antes y un después con aquellas huelgas que por primera vez dejan marginados, de hecho, a los sindicatos verticales y sus jurados de empresa. La huelga no la convocó nadie. Empezó el malestar en el pozo Nicolasa de Mieres con unos trabajadores sancionados y entre los que había un histórico falangista. El paro se fue extendiendo a otros centros de trabajo por contagiosa solidaridad y creciendo como una bola de nieve. Nosotros, en UGT, lo que hicimos fue secundarlo y sacamos escalonadamente dos tipos de octavillas concretando las reivindicaciones. Los del FLP, de Cerón Ayuso, sacaron otra y no se vio ninguna más. La euforia y el ánimo de lucha, por el descontento, fueron producto de todos los trabajadores. La huelga, al cabo de dos meses, fue languideciendo y desconvocándose sola por agotamiento. Pero a partir de ahí ya no hubo más normalidad laboral duradera». Eso fue todo.

No entiendo a santo de qué vienen las inexactas y furibundas aseveraciones, publicadas en La Nueva España de Gijón el día 26 y el 27 en la de las Cuencas, del señor Manuel García González (Otones), abroncando a diestro y siniestro. Dice de mí: «…No te recuerdo más que porque el río Nalón… te llevó las octavillas que pretendías repartir y ni siquiera te detuvieron…». ¿ No me recuerdas del encierro en el pozo San Luis en el 58, donde ya discrepamos sobre la estrategia a seguir, tú, encierro indefinido y yo, limitado en el tiempo, por falta de agua y alimentos? Pero algunos sí entraron por la galería-socavón de la primera planta… A pesar de ello y de la «barrera de seguridad…» a la jaula, se nos escaparon unos 150 por el pozo auxiliar y a las 30 horas, por impotencia, hubo que salir con la moral en los calcaños.

Te aclaro: yo no repartí ninguna octavilla, fueron otros. Yo estuve imprimiéndolas en el Ciacal-Tuilla, en casa de Luis Fernández Roces, ya fallecido, pero su excelente mujer, Alicia, y sus dos hijos pueden dar fe de ello. En la noche del 2 de mayo, a las 23.30 horas, me detienen los de la «brigadilla» de la Guardia Civil, el cabo Pérez, el Sevilla y el Amarillo, al entrar en mi domicilio de Sama. Ya habían detenido y estaban en la cárcel de Oviedo Luis y José Luis Fernández Roces, Ramón García Carrio y Florentino Vigil (El Chato). Quedaba yo como eslabón necesario para poder darles la información necesaria sobre la estructura orgánica y de otros compañeros. Nunca presumí de valiente, pero tampoco fui cobarde. La resistencia ante los interrogatorios y la tortura tenía un límite y por eso me la jugué cuando me estaban enchironando en el cuartelillo de la calle Dorado de Sama. No pasó por mi imaginación que aquellos tres energúmenos me iban a tirotear de aquella forma, por lo que oír el primer disparo me hizo ser más veloz que las balas. Me tuve que tirar al río porque en el pico del parque Dorado me cortó el paso la Policía Armada, los «grises», pues estábamos en estado de excepción. Éstos sí que me pudieron coger o matar, pero no lo hicieron, a pesar de las voces de los esbirros que venían disparando.

No perdí ni tiré ninguna octavilla, sólo siete u ocho billetes de cien pesetas que llevaba conmigo se descompusieron con el agua. De ahí al exilio, y mi mujer a punto de dar a luz a la segunda hija, que tardé cinco años en conocer, ya que si yo venía a firmar no se la ponían en el pasaporte. ¿ Te parece poco?

Yo he estado preso en esa cárcel de Oviedo 14 meses y 4 días y otros dos en Bilbao, con muchos comunistas amigos míos, que también los tuve y tengo en la familia, que ahora pasó a ser archivo de la comunidad autónoma y a cuya inauguración asististe en representación de no sé quién. Qué casualidad, a mí nadie me invitó… Para terminar, no olvides que el franquismo tenía una ley específica para castigar el comunismo y la masonería con la que se jactaba ante Norteamérica, sobre todo, de ser el bastión anticomunista de Occidente, y otra para los socialistas, marxistas y otros desafectos al régimen. Pídeles cuentas a sus herederos.

Respetar y recuperar la memoria histórica es reivindicar y exigir la anulación de todos los procesos judiciales del franquismo sobre delitos que se nos imputaron y no eran tales, en vez de aceptar limosnas a cambio. Así que, déjate de abroncar y ocúpate de arreglar tu casa…

 

http://www.lne.es/gijon/2010/03/30/otones-furibundos-ataques/893816.html

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmail
Facebooktwitterlinkedinrssyoutube

Comentarios

comentarios