Los 96 años de Rafael Fernández
A QUEL día de 1933, el periódico ‘Avance’ informaba de que las tarjetas para la cena de homenaje a Rafael Fernández Álvarez, aquel joven que con apenas 21 años ya era secretario general de las Juventudes Socialistas de Asturias y que era enviado a Bélgica por la Universidad de Oviedo para complementar su carrera de Derecho, podían ser retiradas en una determinada dirección ovetense. Cuatrocientas personas se habían registrado. Acudió un miembro de la Ejecutiva del PSOE de Madrid. Así empezó su proceso en aquellos difíciles días de los años 30. Habló diariamente en innumerables mitines por toda Asturias, vivió la Revolución del 34 y luego, ya casado con Pura Tomás, fue consejero de Hacienda de Asturias y León entre 1936 y 1937. Perdido el Frente Norte, salió con todo el Consejo en una barca de pescadores rumbo a Francia y de allí a Barcelona, a seguir la lucha, la larga caminata por los Pirineos donde enterró a su primer hijo, en Coulliere, a los 20 días de nacer. Tras cruzar el Atlántico, él, su esposa y sus cuñados fueron repudiados en Rodhe Island (Nueva York) por ser «unos apestados socialistas españoles». Finalmente, desembarcó en Veracruz (México). Triste, en un nuevo país, sin papeles ni recursos, cuando llegó a la ciudad de México contaba 26 años.
Empezó lavando platos en el restaurante Cantábrico, luego tuvo varios empleos, sacó adelante a su familia y les dio estudios universitarios en la UNAM a sus tres hijos, compró con los años un terreno y en los años 50, con un crédito del Banco Internacional Inmobiliario, construyó la casa de la familia en Vértiz 1.297, pensando siempre en su hijo Víctor Manuel, impedido al sufrir una lesión cerebral por forceps al nacer. En Seguros La Comercial fue altamente reconocido y uno de los más brillantes gerentes de ventas. Siempre leyendo (su biblioteca tenía más de 10.000 libros) y pensando en Asturias y en su partido, un buen día llegó a su casa Felipe González, quien, después de hospedarse en ella en sendos viajes, le pidió a él y Pura que a la muerte de Franco regresaran a su país porque «los necesitaban en España». Así quemó sus naves: dejó su casa tan querida, sus negocios y parte de su familia y con la esposa y el hijo impedido regresó, sin retorno y sin condiciones, a los 64 años de edad. En 1977 fue el primer presidente de la FSA; en 1978, senador constituyente, y en 1979, primer presidente regional hasta 1983. Fue el primer presidente socialista de la Transición en España y en Asturias y no olvidó las caras de los ministros de Franco cuando, en el la Diputación Provincial, hizo pública su protesta.
Cuando declaró que era el presidente de todos los asturianos y no sólo de los socialistas, como años más tarde hizo Felipe González, no sólo sus compañeros no lo entendieron, sino que hasta uno de sus colaboradores de confianza le llegó a llamar a sus espaldas ‘El Chicano’. Cuando fue a ver al Rey y se presentó como «un viejo republicano que viene a hablar en nombre de todos los asturianos», recibió amenzas de muerte de los exilados en México. En aquel entonces, invitó al hijo del Rey a que asumiera ser Príncipe de Asturias. Don Felipe, cuando apenas tenía 12 años, visitó Cangas de Onís y Covadonga, y desde entonces, año tras año, le testimonia su recuerdo en Navidad. Después surgirían los Premios Principe de Asturias.
Rafael Fernández fue echado de mala manera en 1983 y mandado a hacer labores de senador alejado de Asturias. Entristecido por la muerte de su hijo Carlos, doctor en Ciencias, y luego de Puri, su esposa, a los 88 años decidió renunciar y retirarse… Luego, total silencio hasta hoy, pero con carnet, al corriente de sus cuotas y, siendo casi centenario, siempre socialista. Nunca tuvo Audis, ni chóferes ni guardaespaldas. Renunció siempre al sueldo de presidente porque tenía el de senador. Eran otras épocas cuando había ideología y principios. Hoy, a los 96 años recién cumplidos, vive su vejez leyendo y cuidando a su hijo enfermo. El pueblo asturiano, el de la calle, lo ubica perfectamente y lo respeta, y me consta.
